Cayetana de Alba
Por Pedro de Tena Alfonso
sábado 22 de noviembre de 2014, 21:23h
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Ha muerto Cayetana de Alba, de la castellana Alba de Tormes, cosa que se olvida siempre, una duquesa de la más elevada alcurnia y una mujer que ha podido hacer en su vida lo que le ha dado la ducal gana. He de confesar que me caía simpática, hasta cuando hacìa peinetas a algún periodista pesado, espécimen frecuente en los pantanos del corazón.
Para las derechas, Cayetana era un símbolo de la España perdida, la representante de un ducado con setecientos años de historia, un emblema de la España clasista, a veces gloriosa y a veces no. Envuelta en letras ilustres, en pinturas excelsas, en sangre de toro o en escándalos de papel, siempre ha sido una referencia elitista. Detrás de los reyes, ella. Para la Iglesia, el otro pilar básico, silencio, a pesar del amor de la anciana a la Semana Santa de Sevilla. Su vida, a veces escandalosa, se omitía. Su libertad se comprendía por ser quien era aunque se negaba a los demás mortales.
Para las izquierdas, Cayetana era la superterrateniente, la heredera de un imperio de fincas y tesoros artísticos, la imagen viva de una de las dos Españas que debía haber muerto en 1936 pero que se resiste a desaparecer. Aunque siempre fue cercana y jamás distante del pueblo llano, está claro que la duquesa no era de Podemos, ni de Sánchez Gordillo, que le ocupó una finca. No era uno de los suyos, pero tampoco fue una enemiga declarada que se me mereciera una festiva Danza de la muerte
Para Andalucía, para Sevilla sobre todo, se ha perdido una defensora de la identidad del Sur, de las costumbres del Sur, del gozo de ser y vivir del Sur, del sentir del Sur. Como otra andaluza de adopción, María de las Mercedes de Borbón y Orleans, con estatua al pie de la Maestranza, ha pasado a representar el estereotipo de lo eterno andaluz.
Su muerte mueve a una reflexión sobre las diferencias entre las familias que traen al mundo nuevos hijos. Unos nacen en la abundancia, como Cayetana. Otros, en la menesterosidad, como muchísimos, casi la inmensa mayoría del mundo. Durante un tiempo se pensó que era necesaria una revolución para equilibrar los destinos, que la propiedad era pérfida y la herencia un pecado. Se hizo en la Rusia soviética con tan pésimos resultados prácticos -la desigualdad siguió creciendo sin justificación histórica ni política alguna y sin libertad -, que, ahora, pensamos que es mucho mejor tratar de dotar a los más pobres y desamparados de la sociedad de un mínimo vital de oportunidades manteniendo la libertad. Quien nazca en la familia más desprovista de oportunidades de España y del mundo debe tener, a cargo del Estado, cuando menos la oportunidad de la salud y la oportunidad de la educación en libertad.
Sí, el mundo no es precisamente partidario de la igualdad abstracta ni concreta. Pero los hombres de buena voluntad debemos suplir la injusticia vertebral de la naturaleza con un programa de reformas que permita a cada niño que nace labrarse un porvenir. Otros nacerán en colchones de oro y brillantes, pero, al menos, los desfavorecidos no tendrán el futuro ya escrito por la pobreza porque dispondrán de libertad y algunas oportunidades. Es la primera vez que tal cosa es posible en el mundo y vivimos en Europa, donde más libertad, justicia y oportunidades hay a pesar de los pesares.
Ella, Cayetana, nació rica. La mayoría no. Mi madre decía que no sabía si el dinero daba la felicidad porque no lo había tenido nunca. Lo que sí sabía, me refería, es que no tenerlo no la da seguro. No, el dinero no confiere felicidad ni a sus poseedores ni a sus huérfanos , pero en una sociedad democrática y civilizada hay que exigir a quien tiene que aporte, vía fiscal, a quien no tiene para hacer crecer libertades y oportunidades entre quienes nacieron con una manodelante y otra detrás. Igualmente, en una sociedad democrática y civilizada, el fruto del trabajo y del esfuerzo ha de ser respetado bajo la forma de propiedad y de herencia porque es el resultado de la libertad de elección y de su historia.
Sí, sí, contradicciones, brumas, nieblas que nos hacen preguntarnos por qué unos nacen con tanto y otros con tan poco, de quién es la responsabilidad y si hay alguna solución. De momento, mientras todo eso se medita, que descanse en paz la Duquesa.

Nació en Jerez de la Frontera, 1951. Licenciado en Filosofía y periodista, guionista de cine –premio de guiones de la Junta de Andalucía -, y televisión, siempre aprendiz de poeta y escritor, fue retenido y detenido varias veces entre 1970 y 1975 cuando colaboraba con la editorial ZYX. Finalmente, fue encarcelado por el régimen franquista en mayo de 1976. Desde 1982 ha trabajado en diferentes medios de comunicación: Radiocadena Española, Radio 16, Radio Televisión Española, Cadena SER, Euroforum y Diario 16, entre otros. Desde 1989 a finales de 1995 fue el primer delegado de El Mundo en Andalucía desarrollando una amplia tarea de investigación de la corrupción (caso Guerra, caso Ollero, caso Expo 92, caso “gratis total”, caso Cajas de Ahorro y préstamo impagado de Manuel Chaves, caso Faros, caso Canal Sur, caso Gil y otros muchos) además de las propias de su posición corresponsal. También ha elaborado proyectos de Comunicación y Publicidad para diferentes entidades públicas y privadas. Desde 1996 colaboró con Javier Arenas, al que ayudó en su tarea de lograr la alternancia democrática en Andalucía.
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