Rafael Sanmartín | Martes 30 de agosto de 2016
Hace siglos alguien se inventó que una docena de godos derrotaron a ¡ciento veinticinco mil! musulmanes, en los abruptos montes de Covadonga. Desde luego, si esa elevadísima cifra de soldados con caballos y pertrechos se hubiera aventurado en aquel estrecho espacio entre montañas, no habría hecho falta ni la ayuda de la Virgen, ni siquiera esa docena. Lo peor no es eso: lo peor es que un historiador de la "talla" de Claudio Sánchez Albornoz, no sólo se permite aceptarlo como cierto, sino que además imagina, novela, sobre como sería la "alocada huida" de los supervivientes por aquellos riscos.
En una novela del absurdo no se llega tan lejos. Pero la historia de España está basada en hechos como este y otros de similar catadura: Sagrajas y la espada de Santiago, el tributo de las doncellas, La Janda, la formación de Castilla y otros muchos detalles. "Casualmente" la Historia de España que se da en la escuela, en el Instituto y en gran medida en la Universidad, está basada en la que mandó escribir Alfonso III, un rey analfabeto, nada menos que ciento sesenta años después de las supuestas batallas de La Janda y de Covadonga. A partir de ahí, ya se puede cuestionar toda la historia antigua, y la de cuantos la han seguido a rajatabla. Su falta de rigor,basta para poner en duda la invasión, la re-conquista y todo cuanto llevan aparejado.
Basta comprobar las contradicciones, la imposibilidad de algunos hechos. No obstante hay una serie de autores que han investigado -Cuenca Toribio, González Ferrín, Américo Castro, Olagüe, Ortiz de Lanzagorta y un buen puñado- suficiente para demostrar la falsedad de la mayoría de los asertos -por no decir todos- de esa historia oficialista que se nos ha vendido y aún se nos quiere vender.
Sin embargo, algunos sabios de pacotilla, sin más información en su haber -cuando la tienen- que las obras de los autores seguidores de Alfonso III, se permiten discutir, desautorizar, incluso demonizar las conclusiones de tanta investigación concienzuda. A menudo nos encontramos con ellos, que no tienen reparos en afirmar "debería darle vergüenza que una persona normal tenga que corregirle" (cómo se atreve a corregir a un investigador, quien se considera a sí mismo "normal", cosa que habría que analizar con detenimiento). Ó: "ahora le voy a contar la verdad". Dando por "verdad" eso que él leyó una vez, o escuchó a alguien durante su etapa escolar.
Tenemos que soportar a estos "sabihondos", que se creen doctores, pese a negarse a aprender, con lo interesante que es aprender, al menos para quienes nos gusta aprender.
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