Opinión

El paro en Almería como síntoma

Rafael M. Martos | Jueves 05 de enero de 2017

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La ficción económica en la que se instaló Almería hace algunas décadas está volviendo triunfar en nuestras pantallas. Era una ficción en la que, desde nuestras butacas, veíamos crecer y crecer a Almería, un crecimiento que parecía no tener fin… los que más producíamos, los que más exportábamos, los que menos paro teníamos… y así… hasta que llegó la crisis.

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Caímos con fuerza. Aún recuerdo aquellas portadas que publicábamos en el Diario de Almería (no el actual, en el que yo dirigía) con los datos de desempleo a toda plana, mientras para los demás seguían ocupando rincones de páginas pares. Creíamos significativo –y mucho- que nuestro paro aumentaba por encima de la media primero, y que luego éramos la provincia en la que más lo hacía.

Ya al frente de Noticias de Almería, una compañera del diario danés Politiken se puso en contacto conmigo para hacer una visita por la provincia para un reportaje, y el motivo es que teníamos la mayor tasa de desempleo ¡de toda Europa!

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Lo cierto es que aquella Almería puntera no era real. Nuestro sistema productivo no era solvente, y en cuanto la crisis apretó, como un castillo de naipes, todo se vino abajo.

No es cuestión, aquí y ahora, de analizar todo aquello, y con los datos de paro en la pantalla del ordenador me permito compartir algunas reflexiones, con el único fin de evitar que el árbol nos impida ver el bosque. Dicho de otra manera, que los buenos datos coyunturales no nos dejen ver la dura realidad que aún existe, y que perdurará mientras no se afronten los retos pendientes.

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Era obvio que parecía imprescindible un cambio en la legislación laboral del Estado, pero también un cambio de modelo productivo, ya que resultaba inasumible ser el país europeo con mayor tasa de desempleo siendo uno de los que más crecía en lo económico. Ese desajuste debía ser resuelto, y se cambió la legislación laboral, pero no el modelo productivo, y por tanto es como viajar en un coche con un motor potente pero con las ruedas pinchadas (o al revés).

Resulta escalofriante ver que en Almería se hicieron 327.500 contratos en 2016, lo que nos da una cifra de casi 900 nuevos contratos al día, y que a pesar de eso… sólo hay 7.147 parados menos… o dicho de otra manera, que cada una de esas personas equivale a 45 contratos anuales… casi un contrato a la semana. Pero es que además, después de la reforma laboral y de recuperarse el crecimiento, hay 31.900 desempleados más que en el año 2007.

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No se trata ya sólo de la incertidumbre que tiene el trabajador –y no estamos entrando en la cuestión salarial- sobre su futuro, y como eso incide en la economía –no puedes comprar casa, no puedes comprar coche, no puedes viajar, no puedes… gastar y por tanto engrasar el sistema- sino que es fiel reflejo de la visión que el empresario tiene de la situación económica. Si el empleador opta por contratos temporales no es porque es un malvado explotador (que sí, que los hay, pero no se puede generalizar cuando hablamos de un país de pymes en las que el dueño es el primer empleado) es debido a su propia desconfianza sobre el futuro de la empresa, no saber si las cuentas irán hacia arriba o hacia abajo, si puede permitirse un trabajador más de modo indefinido, o eso será un lastre. Ese empresario tampoco puede pensar en crecer cuando está así, y eso, también es malo para la economía.

En el caso concreto de Almería, volvemos a crecer en falso. La agricultura no despega, y eso hace que los contratos sean escasos y temporales, y la construcción tampoco lo hace, como tampoco el turismo por mucho que vayamos en la buena dirección. La gente vuelve a saltar de un sector a otro, como si fuera igual plantar tomates que poner ladrillos, cocinar que conducir un camión, servir copas que pescar. Y la pregunta es, que si estamos destinados a trabajos no cualificados ¿para qué queremos tantas universidades? ¿para qué queremos tantos titulados y tantos master?

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Desgraciadamente, a los políticos no les interesa demasiado el futuro, y en su cortoplacismo, lo único importante es poder exhibir datos que les justifiquen, y cambiar un sistema productivo se lleva como mínimo una generación. Así, cuando baja el paro en Andalucía, la presidenta Susana Díaz, no duda en atribuirse el mérito, pero cuando sube es culpa de Mariano Rajoy. Y con eso, hagan todas las combinaciones que quieran a niveles provinciales, o municipales… el juego es siempre el mismo: si baja es gracias a los míos y si sube, culpa de los tuyos.

A eso hay que sumarle el empleo falso de los planes autonómicos.

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La economía real es la que genera riqueza, no la institucional. Así, que la Junta de Andalucía ponga dinero, para que las Diputaciones y los Ayuntamientos contraten gente, no es contribuir al desarrollo sino que es repartir miseria (por eso Díaz saca pecho cuando baja el paro, porque en realidad es dinero público andaluz el que ha pagado esa reducción ficticia). Te contratan tres meses para que –en muchos casos- pasees el logo de la Junta y del ayuntamiento correspondiente, a cambio de un salario de miseria, pero que servirá para que luego puedas cobrar el subsidio por desempleo, que es otra miseria, y así, durante seis meses o un año, desaparezcas de las listas de parados mientras te dan “formación” (a la generación mejor formada de nuestra historia, hay que darle formación… vaya).

Pero claro, ayudar a las empresas para que contraten gente no es políticamente rentable, ya que el político no puede ponerse la medalla. Y así el sistema productivo sigue siendo el mismo que nos hundió.

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Aunque alguien pueda sorprenderse, esto es lo más alejado al liberalismo y lo más parecido al estatalismo.


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