La ceca de Almería fue una de las más importantes según recoge en su libro “Al Ándalus y las fuentes del oro”
José Luis de Villar es profesor de la Universidad Pablo de Olavide, doctor en Derecho Constitucional y doctor en Historia Medieval, y eso recortando el currículo de este gaditano de La Línea afincado en Sevilla. Acaba de publicar en la editorial Almuzara un interesantísimo libro titulado “Al Ándalus y las fuentes del oro”, en el que aborda la historia de esa época desde un punto de vista novedoso, como es el del movimiento del oro que, entre otras cosas, servía para hacer monedas.
Aunque el trabajo de casi 400 páginas aborda con amplitud cómo el oro llegaba hasta el Mediterráneo en las caravanas que cruzaban el Sáhara provenientes de bilad al-Sudan (el País de los Negros), y cruzaba a la Península Ibérica, transformándose en Al Ándalus, centramos la conversación en Almería, “que fue una de las cecas más importantes” en la época almorávide, junto con la de Granada y la de Sevilla.
El motivo de la importancia de la ceca almeriense es que “esta ciudad fue durante la época almorávide el centro comercial más importante de Al Ándalus y uno de los puertos más activos del Mediterráneo”.
Entre los datos que recoge el libro señala que “el dinar más antiguo conservado se acuñó en el 491H/1097-1908 y desde entonces se puede seguir su actividad prácticamente todos los año, hasta 539H/1144-1145”. Al parecer, hay bastantes monedas almerienses “en condiciones excelentes”.
Explica el autor que “una de las ciudades andalusíes que alcanzó mayor desarrollo bajo los almorávides fue Almería, ya que su actividad artesanal y comercial eran sólidas desde antes del siglo XI, pero el impulso adquirido hasta la conquista cristiana en 1147 la convirtió en uno de los emporia más importantes del Occidente islámico”.
En ese sentido abunda en que “la actividad de la ciudad giraba en torno a su puerto, capaz de albergar a una escuadra de doscientos a trescientos barcos, más una cantidad similar de navíos mercantes”. Y es que, apunta, es ahí cuando se produce un reforzamiento de los sistemas defensivos de Al Ándalus, por parte de Abd Al Rahman III, quien lo primero que hizo fue realizar una “demostración de su fuerza naval” en la zona de Algeciras, y luego en el 933 “el centro de la marina califal se traslada a Almería”.
“En 955 se produjo el ataque de la flota fatimí siciliana a Almería, que supuso la destrucción de un importante número de barcos andalusíes y un concienzudo saqueo de la ciudad”, recuerda el profesor, en lo que sería una primera demostración de los celos hacia el poderío que estaba logrando nuestro puerto en el entorno mediterráneo, ya que ese ataque tenía a musulmanes del califato fatimí como protagonistas. En ese sentido explica que “el traslado del centro de operaciones de la flota califal de Algeciras a Almería se había producido en 933, lo que supuso también el traslado del centro de atención del Atlántico al Mediterráneo”. Adb Al Rahman III ordenó entonces la construcción de un arsenal en Almería bajo cuya autoridad quedarían todos los astilleros andalusíes.
A partir de ese momento, el puerto de la ciudad es tal vez el más imponente de todo el Mediterráneo, y es por eso que le preguntamos qué opinión le merece que la Diputación de Almería haya decidido cambiar la bandera provincial existente, y con el único voto favorable del PP, por la cruzada de los genoveses, siendo su respuesta que “es un despropósito”. Argumenta que fue Génova quien destruyó el potencial económico almeriense, más por intereses comerciales que de cualquier otro tipo, “y no tiene sentido, además de que nunca fue la bandera de la ciudad, ni mucho menos de una provincia que no existía”.
Siguiendo con el relato, Villar insiste en la importancia del puerto almeriense, el segundo tras el de Málaga cuando existía el reino de Granada, y especializado en el comercio con la Corona de Aragón.
En su mayor época de esplendor, “Almería se especializó en la producción de una serie de artículos que alcanzaron todos los rincones del mundo musulmán, entre ellos las telas de lujo y el mármol labrado”, que fueron precisamente los motivos de la agresión genovesa disfrazada de “cruzada” con la bendición papal.
Pero una de las claves que demuestran el vigor del puerto almeriense en la época almorávide lo llegamos a encontrar en Sudán Occidental “donde en 1939 se encontraron, en un cementerio del yacimiento de Gao-Sané, unas estelas funerarias, que tras ser analizadas exhaustivamente, se ha determinado que proceden de mármol de Almería, y contienen inscripciones árabes”. Detalla Villar que se trata de una estructura funeraria de ladrillos cubierta de arena, abanado enterramientos de entre 1.100 y 1.300, de las que nueve están relacionadas con la realeza, y de las que al menos cinco del siglo XII fueron importadas ya grabadas “y el mármol utilizado, el tipo de escritura y las fórmulas funerarias remiten a un taller situado en Almería”.
El libro es prolífico en datos, lo que lo convierte en imprescindible para cualquier estudioso de Al Ándalus, y permite recomponer hechos que la historiografía tradicional –es decir, la que proviene de principios del siglo XX y luego recreada a mayor gloria de la “cruzada” franquista, y que no ha sido revisada- ha anulado. La lectura permite observar la permanente relación entre el norte de África y el sur de Europa, y más concretamente el sur de la Península Ibérica, cómo los contactos eran constantes, y cómo el comercio jugaba un papel fundamental, más allá incluso del religioso.