Rafael M. Martos | Lunes 15 de octubre de 2018
A cuadros redondos se queda uno escuchando al presidente del PP español, Pablo Casado, cuando afirma que Andalucía es una “anomalía democrática” por el hecho de llevar casi cuatro décadas bajo gobierno socialista. “Anomalía democrática” nos ha llamado… como cuando hace tres años –y antes- nos decía los de más allá de Despeñaperos que los andaluces no castigamos la corrupción en las urnas, o que nuestro voto está apesebrado.
Veamos si lo somos o no. Miremos los números. Y si los datos oficiales son además reales, resulta que si el PSOE andaluz en 1996 tenía el 38% de los votos de los andaluces, y en 2004 superó el 50%, en las últimas elecciones autonómicas se quedó en poco más del 35%.
En 2004 el PSOE-A logró superar los 2,2 millones de votos, desde ahí no ha hecho más que bajar –menos de un millón en las últimas europeas- hasta los 1,4 millones de 2015, o si nos vamos a las más recientes, las generales de 2016, solo 1,3 millones de votos.
Los andaluces solo hemos hecho lo que podemos hacer… votar cada vez menos al PSOE, el problema, la “anomalía democrática” es que un partido político lleve 40 años en la oposición, que sea incapaz en cuatro décadas de lograr una mayoría absoluta, y que tampoco sea capaz de tejer relaciones con otras formaciones como para formar un gobierno alternativo.
La “anomalía democrática” es que el PP, que se reviste de “partido de Estado”, de “garante de España”, sea residual en Cataluña y País Vasco, y no se le perciba imbricado en Andalucía, que carezca de la inteligencia estratégica suficiente como para haber logrado acuerdos en su momento con el Partido Andalucista o más recientemente con Ciudadanos, viéndose abocado a la soledad parlamentaria.
El PSOE, por el contrario, se entiende igual con los nacionalistas andaluces, que con los comunistas, que con los liberales (o lo que sean ahora los de Ciudadanos, que con tanto cambio ideológico no sé dónde están ahora, sí, los que querían quitar el Senado por no hacen nada para quitarlo, o querían quitar las Diputaciones y nada, los que querían cambiar el sistema electoral y quitarle escaños a Almería…), y hasta estuvo a punto el PP en las últimas autonómicas de abstenerse para facilitar la presidencia de Susana Díaz.
La “anomalía” es que en un mitin electoral (o pre) en Andalucía, como está Casado, no se ponga ni una bandera andaluza, o que éste venga a darnos lecciones, a explicarnos lo raritos que somos nosotros, porque aquí gana el PSOE una y otra vez, en vez de venir a contarnos qué va a hacer el PP-A para ganarle de una vez a los socialistas y regenerar la administración… no qué va a hacer cuando gane, sino qué va a hacer para ganar, que son dos cosas muy diferentes.
No, señor Casado, la anomalía no es Andalucía.
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