Opinión

Vox ante la realidad política

Rafael M. Martos | Miércoles 19 de diciembre de 2018

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Ocupados como parece con la investidura del futuro presidente del Gobierno andaluz, en el cortoplacismo típico de los políticos, se aparta del debate el qué ocurrirá después, cuando haya que gestionar Andalucía con tan precarios apoyos, tal como se las compone Pedro Sánchez en España.

Que Juanma Moreno será presidente, se da ya por hecho, y que Juan Marín será el vicepresidente, también, y que se repartirán las consejerías a medias, tampoco merece mayor análisis, y que la presidencia del Parlamento será para alguien de Ciudadanos, es otra cuestión cerrada, pero el problema será el día siguiente.

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Para que el PP logre la presidencia no necesita pactar nada con Vox, porque si nos creemos lo que han dicho sus dirigentes –aunque con las falsedades que suelen argumentar para sostener sus ideas es un ejercicio excesivo de fe- ni por acción ni por omisión permitirán que el PSOE vuelva a gobernar en Andalucía. Es decir, basta con el pacto PP-Ciudadanos, al que irremediablemente tendrá que sumarse la extrema derecha.

Juanma Moreno tendrá ante sí la compleja tarea de levantar las alfombras de la Junta de Andalucía, de reducir su mastodóntica estructura, de hacerla eficaz para hacer competitiva nuestra Comunidad en todos los aspectos, y en ella tiene como compañero principal de viaje a alguien que le disputa el electorado, que es tanto como el enemigo en casa, y no lo es menos tener como colaborador necesario para sacar adelante esas reformas, a otro partido que también le disputa otra parte del electorado.

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Y aquí tenemos la incógnita de Vox. Las expectativas que desgraciadamente ha levantado son muchas, y tras el éxito en Andalucía, tiene pendientes las municipales, autonómicas, europeas y generales, por lo que de lo que hagan aquí, dependerá en gran medida su futuro.

Este caballo de Troya en el Parlamento Andaluz solo tiene dos posibles comportamientos, y tampoco lo tiene fácil ante lo radical de su electorado.

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Por un lado, pueden mantenerse en sus principios, lo que provocaría el bloqueo político de Andalucía, pero podrían arrogarse la no claudicación y es factible pensar que eso les de votos por no ser como los demás, aunque no es menos cierto que podría quitárselos entre aquellos que, convencidos de sus planteamientos, no entiendan que la inflexibilidad ideológica se imponga a mejorar las condiciones de vida de los andaluces. Así, tendrán que pensar si realmente su electorado espera de ellos impedir unos presupuestos por otorgar ayudas a asociaciones feministas que luchan contra el machismo, o a colectivos LGTBi…

Por otro lado, pueden entrar a negociar como cualquier otra formación, y si quieren cerrar Canal Sur, conformarse con su reestructuración y despolitización, por ejemplo. Con eso sucede lo mismo, que habrá votantes que crean que han entrado en el juego y les haga caer, mientras que otros valorarán en positivo esa capacidad de diálogo.

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En todo caso, sus propuetas maximalistas son incumplibles, por lo que harían bien en ir adaptándose a la realidad antes de que la realidad pase sobre ellos.

En realidad esto no es nuevo. Es exactamente lo mismo que le ha pasado a Podemos. Quienes les votaron por ser gente de fuera del sistema, se han acabado encontrando con un partido similar a Izquierda Unida, y puede que quienes hayan votado a Vox por lo mismo, acaben castigándoles por idéntica razón.

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Por último, y en aras a la coherencia, sería bueno que aquellos que acusaban a los separatistas de cobrar del Estado del que se quiere marchar, expliquen por qué van a cobrar de la institución que quieren eliminar… pero sería pedirles mucho.

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