Opinión

Educación ambiental

Moises Palmero Aranda | Miércoles 23 de enero de 2019

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Tiene la vida cosas curiosas, coincidencias que te hacen pensar. El mismo hecho algunos la verán como ironías del destino, o como una señal de los dioses, un detalle gracioso, una manera de meter el dedo en la llaga y, es probable que la mayoría ni siquiera repararan en ello. La que les voy a contar la considero una tontería ironicosimbolica, un detalle sin importancia para la mayoría, pero que a mí, además de arrancarme una sonrisa de medio lado, me ha vuelto a reafirmar en lo que llevo años pensando.

La fortuna ha hecho coincidir en la misma semana dos hechos que están relacionados. Por un lado el lunes, el Señor Moreno, presentaba las nuevas Consejerías y, aunque no fue una sorpresa, nuestros peores temores se hicieron realidad. El medio ambiente desaparece de las políticas del nuevo gobierno. No solo han eliminado una de las Consejerías referencia a nivel mundial por los logros que estaba consiguiendo en materia de conservación y en la lucha contra el cambio climático, sino que han sustituido el término, para no dejar rastro, para confundir más al personal, para indicar el camino que van a seguir en esta materia. Además, de estar en un tercer plano dentro de la nueva Consejería, de cambiarle el nombre al ambiguo y obsoleto Desarrollo Sostenible, lo mezclan con agricultura y ganadería. Ya lo hizo en alguna ocasión el anterior gobierno, y corrigió su error al darse cuenta, que mezclar intereses contrapuestos no es buena idea. No es casualidad que todo el sector agrícola se esté frotando las manos, al igual que muchas empresas constructoras y ayuntamientos al ver que ordenación del territorio se mezcle con fomento. Ya no habrá que perder el tiempo en discutir si ponemos el negocio, la economía, por encima de la conservación de los recursos naturales. Ya está todo discutido y veremos cómo el problema del agua ya no será un factor limitante para seguir construyendo invernaderos, o que unas viejas salinas no serán impedimento para levantar mastodóntica torres junto a la playa. Quizás esta nueva organización nos haga más felices a todos porque no tendremos que decidir entre un puñado de patos y el “progreso”.

Y esas decisiones políticas, que no podemos nada más que aceptar, darles un voto de confianza y desearles mucha suerte a los nuevos Consejeros, se han producido en la misma semana que se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, 26 de enero. Vaya chorrada, estarán pensando. Pues eso es porque no saben lo que hacen los educadores ambientales.

Para muchos los educadores ambientales se dedican a contarle a los niños que hay que cuidar el medio ambiente, a enseñarles a donde va cada residuo, o hacer joyeros con cajas de puro. Y no se equivocaban, esas actividades son fundamentales porque los niños son el futuro, pero por desgracia no son el presente, no toman las decisiones del ahora. Quizás cuando les llegue su momento no tendrán la ocasión de poner en práctica lo aprendido. Si ellos pudiesen tomar las decisiones de nuestro día a día, créanme, nos iría muchísimo mejor, porque en sus cabezas, las palabras negocio, rendimiento o economía no existen.

En 1987, en la Conferencia de las Naciones Unidas de Moscú, se definió la educación ambiental como un proceso permanente en el cual los individuos y las comunidades adquieren conciencia de su medio y aprenden los conocimientos, los valores, las destrezas, la experiencia y también la determinación que le capacite para actuar, individual y colectivamente en la resolución de los problemas ambientales presentes y futuros.

Si atendemos a esa definición se puede entender que la educación ambiental no es solo cosa de niños. Habla de un proceso, no un cambio instantáneo. Habla de que cada uno de nosotros y la sociedad en la que vivimos, tenemos que conocer las consecuencias de nuestro estilo de vida y sobre todo tener la determinación para cambiar aquello que no funciona. Y una de las cosas fundamentales de esa definición es que la educación ambiental trabaja para dotarnos de herramientas, para buscar las soluciones, de forma individual y colectiva, ante los problemas ambientales que estamos generando y que se agravarán en el futuro sino lo remediamos.

Ahora más que nunca creo que los educadores ambientales son una parte fundamental de nuestra sociedad.

Por si fuese poco la coincidencia, que ya ustedes pueden etiquetar como quieran, en el azucarillo del café matutino, Miguel de Cervantes ha venido a aconsejarme “confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas, a muchas amargas dificultades”. Seguro que el nuevo gobierno la ha estado recordando estos últimos cuarenta años.


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