Rafael M. Martos | Jueves 07 de marzo de 2019
Intenté infructuosamente colar dos preguntas en la comparecencia ante los medios que hizo el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, en su presentación como candidato a las primarias por Almería en la lista al Congreso, así que me quedé con las ganas de escucharle responder a lo siguiente:
-¿Por qué quiere ser diputado en el Congreso por Almería en vez de repetir por Barcelona?
Acotación: que diga lo importante que es esta provincia para Ciudadanos que hasta presenta por aquí a su secretario general, es tanto como decir que hasta ahora, con Diego Clemente, pues no estaba bien representada.
-¿No es presentarse “dopado” a las primarias siendo el secretario general y además llevando el aval del presidente?
Acotación: ¡anda que si no sale…! ¡anda que si logra menos votos que Clemente…! ¡anda que si se queda por detrás de Vox…! ¿Dimitiría? Seguro que no, claro.
Es cuestión, como casi siempre, de ver la distancia que separa la teoría de la práctica, e incluso de si esa teoría, en realidad, llega a cumplirse y por lo menos, si así es justificable. Hablo de las primarias, ese invento que carga el Diablo y que logra aniquilar a aquellos partidos que presumen tanto de ellas, que se hacen acreedores del dicho.
Lo vemos en el caso de Ciudadanos, donde se mueven fichas con este descaro absoluto, que es el mismo descaro que Podemos, y qué decir de Vox, donde directamente han decidido modificar los estatutos y prescindir de ellas justo ahora que tienen posibilidades reales de escaños.
Y quien trajo el invento fue el PSOE, un partido que desde que las implantó no levanta cabeza, haciéndolo solo cuando se las salta o las pacta.
Pero no ahondemos en la herida de la elección de José Luis Rodríguez Zapatero, ni en los vaivenes de Pedro Sánchez, ni en los teatrillos del PSOE-A, vamos a quedarnos con Almería, y con las últimas noticias.
Me documentan –porque para escribir de los intríngulis organizativos de cada partido hay que tener un documentalista que te explique los pasos, o te pierdes- que cuando el domingo se realizaron unas primarias en la capital para elaborar la lista a las municipales, en realidad, no fue aquello más que un teatrillo. Pero las de Congreso y Senado, son un vodevil.
Resulta que los militantes acudieron y votaron, y de ahí salió una serie de nombres con un número de papeletas de apoyo cada uno. Pues bien, no serán los más votados quienes formen la lista, no, tampoco serán aquellos que escoja la candidata que la encabeza, no, serán quienes decidan la dirección del PSOE de la capital, y en el orden que ellos quieran. Dicho de otro modo: como siempre.
Pero lo de Congreso y Senado es aún peor. En la capital se votó, y de ahí salió una propuesta según el número de votos de los candidatos autopropuestos, y eso fue igual en otros municipios grandes de la provincia, mientras que en los más pequeños basta con que se haga una asamblea, se debata, y de ahí se haga una propuesta a la dirección provincial.
Ahora, la dirección provincial elabora su lista usando de base los seis más votados en cada ciudad y lo que llegue de otros municipios, y será el Federal quien dé el último retoque a la lista definitiva.
Pero pongamos un ejemplo para entender la trampa a la militancia. Fernando Martínez ganó las primarias en la capital para liderar la lista al Congreso, y aunque no tenemos más datos sobre otros municipios, asumamos que logra un importante apoyo en los principales, y es el más votado de la provincia, y que por el contrario el ministro José Guirao es propuesto únicamente por Tíjola y Terque –por citar dos pueblos cualquiera- lo que permitiría a la dirección provincial acogerse a esto para poner al segundo como cartel. Y si no lo hiciera la provincial, el Federal puede hacerlo. Guirao, como Villegas, van dopados a las primarias.
De todo esto no queda fuera el PP, cuyos militantes eligieron a Soraya Sáez de Santamaría para presidir el partido, pero luego los compromisarios decidieron que fuera Pablo Casado.
¿De verdad que merece la pena?
¿Tener abierto en canal un partido político de modo permanente, sometiéndolo a continuos enfrentamientos internos –para los cargos orgánicos locales, los provinciales, los autonómicos, los estatales, y luego la candidatura a alcaldías, a parlamentos, Congreso, Senado, Europa… y cuando acabas, vuelta a empezar- para que al final decidan siempre los mismos, el pequeño núcleo que logra hacerse con el poder en determinado momento?
No sé si es peor la imagen que dan manipulando las primarias de un modo u otro, o el daño que supone dedicar más tiempo a las guerras internas que a gobernar honestamente.
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