Opinión

Pepe Criado, el nuestro

Alexis Díaz-Pimienta | Jueves 11 de abril de 2019




Ha muerto Pepe Criado, dicen, el hombre que me cambió la vida, aunque nunca lo supo. No exactamente. Como yo. Yo tampoco supe con exactitud que aquel hombre enjuto y afable, aquel alpujarreño vestido de blanco que conocí en el verano de 1993, en Las Tunas, Cuba, me iba a cambiar la vida del modo en que lo hizo. Éramos jóvenes y entre los planes de Pepe Criado no estaba cambiarle la vida a nadie, ni entre mis planes cambiar de manera tan drástica —sin lo peyorativo que siempre carga esta palabra—, tanto mi vida profesional como personal. Pero era junio. Era Cuba. Era Las Tunas. Era la Jornada Cucalambeana. Y yo era un joven repentista, un trovero reconocido ya pese a mi juventud, y Pepe Criado era, pese a su juventud también, el más serio investigador del trovo alpujarreño (el repentismo andaluz) y como tal estaba de visita en Cuba, representando a su amada Alpujarra. Entonces, coincidimos.

Yo no sabía ni siquiera que la Alpujarra existía, ese rincón de España lleno de tanta historia (Aben Humeya, Boabdil, Fátima, Gérard Brenan, Francisco Villaespesa, Epifanio Lupión, el Candiota); ese lugar lleno de magia y de belleza natural (oh, Laujar de Andarax, Barranco de Poqueira, Puerto de la Ragua, río Guadalfeo a su paso por Órgiva); ese lugar que me dio una familia (esposa, hijo, cuñados, suegros, primos, amigos) y en el que, además de un tema de investigación (el trovo), tuve algunas de las vivencias más emocionantes y enriquecedoras de mi vida. Siempre he bromeado diciendo que yo fui el primer cubano que salió de La Habana y aterrizó en La Alpujarra. Y sépase que entrar en España (en Europa) por la Alpujarra nada tiene que ver con entrar por Madrid, Barcelona o Sevilla. Mi primer encuentro con el llamado Primer Mundo fue en Dalías, la tierra natal de Pepe Criado. Y allí llegué gracias a él, porque fue él, nadie más, quien dijo al escucharme improvisar en Las Tunas, mientras “escauteaban” troveros cubanos para traer el Festival de Música Tradicional de la Alpujarra: Alexis. Es decir, dijo: yo quiero que vaya Alexis. Y la contraparte cubana, el poeta Waldo Leyva, no lo dudó un instante: claro, Alexis. Y me cambió la vida. Yo nunca antes había salido de Cuba. Frustrado viaje a la antigua URSS cuando era un niño. Frustrado viaje a México en el 1992. Así que aquel de 1993 a la Alpujarra fue mi primer viaje al extranjero: larga caminata del Caballo Blanco a la Virgen del Camino en busca de maleta; maleta prestada por la poeta Dania Allende; ágape de despedida en casa del gran actor y humorista Osvaldo Doimeadios (con mi amigo Roche, quien se volvió luego otro cubano-alpujarreño, al frente del jolgorio); y luego el largo vuelo. Y luego el tren Madrid - Granada. Y luego, mi primera Alsina rumbo a Órgiva, capital de la Alpujarra granadina (y el Comandante Puga allí, esperándonos). Y al día siguiente, noche de trovo en el Casino de Dalías. Era sábado. Y tuve controversia con Candiota y Sevilla, los mejores, los Naborí y Valiente de esta parte del mundo. Y no recuerdo exactamente cuándo, pero de pronto una muchacha nos llevó a la radio, con sus andares firmes y elegantes y unos ojos que lo endulzaban todo y unas hermosas manos: Natalia. Pepe Criado sin saberlo acababa de crear a Natalia. Y con ella acababa de cambiarme la vida. Había creado a la mujer que fue mi pareja durante 20 años. Pepe Criado me había dictado, sotto vocce y sin saberlo, En Almería casi nunca llueve, mi poemario almeriense. Y había creado a mi hijo Alejandro que nació nueve años más tarde (en 2002). Pepe Criado le había dado la vuelta a mi existencia, y no sólo a nivel familiar. También fue él la primera persona que conocí tan interesado (de verdad) por la improvisación poética como yo, obsesionado como yo con los valores del trovo o repentismo andaluz, unos valores que casi ningún intelectual veía. Yo ya venía escribiendo desde 1985 mi Teoría de la improvisación que se publicó en Sendoa en 1998, pero Pepe Criado había publicado antes (en 1992) "De trovo con Candiota", un libro delicioso, lleno de admiración y mimos con Miguel García, el Naborí alpujarreño, una lección de trabajo de campo + memoria de vida + biografía + reseña. Y yo aprendí mucho. Y lo cité en mi libro. Y en 1996 Pepe y yo ganamos juntos una beca del Centro de Investigación Musical de Andalucía para investigar (seguir investigando) el trovo. Y cuando en 1997 me casé con Natalia, Pepe vino a mi boda, claro. Él había inventado el matrimonio cubano-alpujarreño, sin saberlo: no podía perdérselo. Y yo creé un gentilicio neologista que he usado desde entonces: alpujanero, mitad alpujarreño y mitad habanero. Todo por su culpa.

Es curioso. Yo soy habanero y he vivido durante 20 años en Aguadulce, Roquetas de Mar, no en la Alpujarra, pero me siento más alpujarreño que roquetero, más que aguadulcino. Debe ser psicológico. Uno es de donde pasa las Navidades, de donde cena a gusto, de donde ríe y ama rodeado de familia, de donde en el invierno alguien te mete botellas de agua caliente en la cama, bajo las mantas, para que no extrañes tanto y no se te congelen los recuerdos. Es más, uno es de donde ve nevar por vez primera un 31 de diciembre. La Alpujarra. Laujar de Andarax. Lola y Antonio aceptando que su niña era “rara”: trajo a casa un poeta. Pero ya ven, durante muchos años nadie, ni yo, reparó en Pepe Criado, el culpable de todo. Ni siquiera en la boda se hizo notar, tan delicado como era. Y en el divorcio menos. Ni en las charlas furtivas con amigos comunes durante tantos años. Tiene tintes borgeanos nuestra relación, ahora que lo pienso. Algo de laberinto.

Nos vimos muy poco en los últimos años, cada vez menos, pero siempre que lo veía me trataba igual. Nunca me dijo Alexis, por ejemplo, siempre Alex. Me apocopaba el nombre hasta hacerme tocayo de mi hijo mediano, Alex. Y era gracioso que siempre acompañara el nombre con una sonrisa. Hola, Alex (sonrisa). Como estás, Alex (sonrisa). Dónde vives ahora, Alex (sonrisa). Y siempre que sonreía le brillaban dos ojos pequeñisimos en proporción con su cara de personaje bonachón de estilo modigliánico. Tenía un rostro curioso Pepe Criado. Parecía dibujado a mano (y por encargo) para ilustrar algún libro infantil antes de que este tipo de ilustraciones poblaran los libros infantiles. No sé cómo explicarlo. Pepe Criado, un amante de las artes plásticas, un artista de la poesía visual, terminó tomando forma de ilustración él mismo, de poema visual para un público de todas las edades. En su cabeza de rasgos cubistas (casi rectangular) dos pequeñísimos ojos de castor observaban al mundo bajo el arco de una calvicie también pintada a mano. Y el cuello marca Modigliani. Y los brazos, las manos: Modigliani.

Tenía Pepe una mezcla muy curiosa de intelectual y personaje rústico, de poeta beat y trovero malogrado, de filósofo oriental y curador de cuadros. Todo esto me viene a la cabeza ahora, hoy, mientras miro su foto en los muros de Facebook de tantos amigos y leo condolencias. Pepe Criado ha muerto, dicen. Descansa en paz, Pepe Criado, dicen. Y a la primera persona que se lo comento (no podía ser de otra manera) es a Natalia. Y en los cortos mensajes de texto por whasapp de Natalia, leo (y escucho) su desconcierto: "¿Pepe Criado? ¿El de Dalías? ¿El nuestro?” Sí, le respondo yo, el nuestro. Ha muerto Pepe Criado, el nuestro. Y se me anuda la garganta, y lloro, de verdad, como los tipos duros, cabizbajo. Me doy cuenta, de pronto, que hay personas que te cambian la vida sin saberlo. Y que incluso se mueren sin saberlo porque ni siquiera uno mismo, el de la vida cambiada, lo sabía. Pepe Criado, el nuestro, se fue apagando en silencio, discretamente, como siempre anduvo, como siempre fue. Así lo vi la última vez, hace unos años, en un rincón de Vícar, manifestándonos los dos a favor de la campaña Stop Desahucios. Así lo recuerdo en nuestra gira de 2005 por Argentina, acompañados por el maestro Candiota y por Sevilla, los troveros insignes, con Miguel Cadavieco el rabelista cántabro. Siempre discreto y vestido de blanco, callado y sonriente. Y ya está.

Este dolor, esta sensación de pérdida tan honda que me deja su muerte, me hace a la vez darme cuenta de algo, de otra cosa. Hace poco lloré la muerte de Rafael García, un repentista cubano de mi generación, un amigo, fallecido en la Habana. Y ahora lloro la muerte de Pepe Criado, el investigador del trovo, poeta también, pero no repentista, en mi amada Almería. Y descubro que yo entierro y lloro amigos en ambos lados del Atlántico. El alto precio de mis dualidades. Al tener dos países, dos ciudades, dos familias, dos grupos de amigos, también la muerte siempre llama dos veces. Y lloramos dos veces. Los inmigrantes cotizamos en la bolsa del dolor dos veces, por dos familias, por dos grupos de amistades. Tengo que hacer algo, me digo. No puede ser que la muerte siempre nos gane la partida (nunca mejor dicho), que nos coja por sorpresa y los amigos se vayan sin saber, sin oír, sin leer lo que uno piensa de ellos. Me niego a seguir redactando necrológicas. Rafael García, Julito Martínez, mi hermano Marcelo, en Cuba, se fueron sin saber exactamente cuánto significaron en mi vida. Con Juan Torreblanca, Pilar Quirosa y Pepe Criado, en Almería, me pasó lo mismo. No. Hay que inventar la “vitalógica”, un género en que decir en vida lo que pensamos de aquellos seres que nos marcan y cambian. Como Pepe Criado, el nuestro, quien acaba de fallecer, dicen, aunque yo imagino que esta es solo una de sus metáforas, otra, o es una instalación en el No-ser, o un poema visual ("Viaje a la Nada"). Y entonces imagino que Pepe Criado, el nuestro, está ahora mismo leyendo estas palabras que escribo para él, o que las oye, y luego, con su cara de niño grande y sus ojilllos de castor, pintados a mano, me mira y dice "muy bien, Alex", solamente, "muy bien, Alex", y sonríe, segundos antes de pedirme que le cante una décima.

Adiós, Pepe. Tu partida
deja un enorme vacío.
Adiós, Pepe, amigo mío.
Gracias por cambiar mi vida.
La Alpujarra está dolida
y te llora gota a gota.
Sin embargo, en ti se nota
espíritu alpujarreño.
Te has ido a cumplir un sueño:
ir "De trovo con Candiota".

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