No sé si el Debate de Atresmedia habrá animado a algún abstencionista a votar, ni tampoco si algún indeciso se habrá decidido, lo que sí ha quedado claro es que las formas importan. La agilidad del debate ha permitido comprobar que… bueno, que esto ya lo habíamos visto, aunque no en el de RTVE.
Hemos podido ver al Pablo Casado (PP) que esperábamos el lunes y no llegaba, lo mismo que ha ocurrido con Pablo Iglesias (UP), ambos más crecidos, con más mando en plaza, más en su papel. Mientras tanto, Pedro Sánchez (PSOE) siguió tan apagado como el día anterior, y a Albert Rivera (Cs) se le había agotado la batería, notándosele nervioso precisamente por ello.
El único fallo de Casado se corresponde con el propio Rivera, porque en demasiadas ocasiones se enzarzaron en broncas absurdas que solo les perjudicaba a ambos, como podía observarse al abrir el plano y ver la tranquilidad con que esperaban Iglesias y Sánchez, que se trataron entre sí con mucha más cordialidad.
En cuanto a los contenidos, sin ser exhaustivos, Casado fue el más propositivo, cerca le anduvo Rivera, y lejos Sánchez e Iglesias. De hecho, el presidente candidato se ocupaba más en decir qué había hecho en 10 meses que en contar qué pensaba hacer en cuatro años, aunque para hacer suma recurriera a la herencia, positiva en este caso, como empleo o pensiones.
La principal virtud del candidato del PP fue su facilidad para dejar en evidencia –esta vez sin insultos- al socialista, poniendo sobre la mesa la gestión de los gobiernos de Mariano Rajoy -¡quién lo iba a decir!- en temas económicos principalmente, pero no solo en ellos.
Sánchez quiso hacer sangre con la violencia machista, y probablemente salió trasquilado. Aunque un punto sí pudo colgarse cuando sacó la notificación a los profesionales andaluces hecha por la Junta requiriéndoles información sobre quienes atienden a las mujeres maltratadas, y aunque fue antes de la publicidad, tras ella, ni Rivera ni Casado supieron responder. Era una exigencia de Vox, esa bestia maldita de la que los extremos del plató no quisieron acordarse… pero los del centro sí.
Y el debate territorial… en fin… más de lo mismo… como si todo el territorio fuera Cataluña. Aquí volvieron las posiciones irreconciliables, y había tres. Casado y Rivera, que piensan en hincarle a los catalanes el 155 en cuanto puedan, Sánchez que no explica cómo va a lograr ser presidente con el apoyo de los independentistas ofreciéndoles solo diálogo dentro de la Constitución –que es lo que ha llevado al adelanto electoral- e Iglesias, dispuesto a hablar sin cortapisas.
Por cierto, Iglesias no tuvo inconveniente ir de proletario, y llegó de su casoplón en Galapagar en taxi, y lucir un jersey con logo de Al Rojo Vivo, programa de la cadena que organizaba el debate.
Insisto en que no sé si habrá animado o desanimando a los electores, tampoco si habrá aclarado dudas, tampoco si convertir el debate en un espectáculo es la mejor forma de enganchar a la ciudadanía para movilizarla el próximo 28 de abril, pero sí estoy convencido de que los debates son necesarios, y es imprescindible que respondan a las preguntas que se les hacen… que un buen entendedor, entiende hasta los silencios.