Opinión

Pensar el voto

Rafael M. Martos | Miércoles 08 de mayo de 2019

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La campaña electoral que comienza es atípica. Si ya lo fue la de las pasadas elecciones generales, en estas, en las municipales, la cosa se complica mucho, y como dice en los programas de misterio la voz de ultratumba “veréis cosas que no creeréis”.

En los últimos años nos hemos acostumbrado rápidamente a pasar de dos partidos mayoritarios que se alternaban en el Poder, a cuatro bastante igualados en cuanto a votos –no así en escaños-, nos hemos acostumbrado a que uno de ellos, pacte con la misma facilidad a su izquierda que a su derecha, hemos visto cómo triunfa una moción de censura, hemos sido testigos de cómo una persona sin escaño se convierte en presidente de Gobierno, o cómo ese Gobierno no era del partido mayoritario de la Cámara, sino del segundo.

Pero hemos visto también cómo un partido sin programa, sin hacer publicidad, vetando e insultado a medios, logra doce escaños en Andalucía y 24 en España, y ahora concurre a unas elecciones municipales del mismo modo, sin programa, sin publicidad, sin responder en las ruedas de prensa, y muy posiblemente logren también amplia representación.

Probablemente los ayuntamientos se conviertan en ingobernables, o lo que es lo mismo, que para ser gobernados precisaran de pactos inconfesables, o sí, confesables, pero tan pecaminosos que no admitirán absolución alguna.

Probablemente los ayuntamientos se conviertan en ingobernables, o lo que es lo mismo, que para ser gobernados precisaran de pactos inconfesables, o sí, confesables, pero tan pecaminosos que no admitirán absolución alguna.
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Hemos tenido el ejemplo en el Gobierno del Estado, en el que la absoluta debilidad parlamentaria del PSOE ha abocado a adelanto electoral porque a Pedro Sánchez le resultaba imposible aunar las demandas de Podemos y las de los independentistas, y ni tan siquiera pivotando con Ciudadanos –cuya abstención fue fundamental para hacerle presidente- lograba sacar unos presupuestos.

Estamos viendo como Vox está intentando adoctrinar en el nacionalcatolicismo –algo bastante alejado del cristianismo, por cierto- en Andalucía aprovechando su escasa pero vital representación. Su matraca parlamentaria se circunscribe a tres temas… y da igual todo lo demás… no les hablen de agricultura, ni de turismo, ni de carreteras… que no tienen ni repajolera idea… ellos van a lo que van.

Pues ahora imaginen el Ayuntamiento de Almería, o la propia Diputación. Olvídense de que gobierne la lista más votada… eso será o no será, que nosotros votamos y luego ellos ya hacen lo que ven mejor para nosotros ¿no es así?

Conformar mayorías de gobierno municipal va a ser tarea difícil, no por imposible, sino porque estamos observando que en los últimos años los votos de la ciudadanía no responden a cuestiones programáticas sino mediáticas. Ya lo vimos hace cuatro años, cuando los carteles de Ciudadanos en las ciudades de Almería eran de Albert Rivera, no de sus candidatos, y lo mismo se puede decir de Podemos, y ahora de Vox. Ninguno de ellos tenía programa local tampoco entonces, más allá de generalidades y lugares comunes que en muchos casos ni tan siquiera eran competencia municipal.

En alguna ocasión, como en la capital, que siguiera Izquierda Unida y que el candidato de Ciudadanos –Miguel Cazorla- conociera la vida municipal, ha permitido cierta normalidad, pero imaginen la próxima Corporación, cuando el PP tenga que contar no ya con los naranjas, también con los de Vox, y gobernar a tres… cuando uno ellos no tiene el valor -¡ay, esa extrema derechita cobarde!- de responder en ruedas de prensa, o quieren entrevistas en medios amigos y pactadas previamente… no vaya a ser que les preguntes por el programa electoral.

Pero al otro lado no es más sencillo, porque el PSOE no solo necesitaría a Izquierda Unida, tal vez también a Podemos, y sí, quién sabe si Cazorla y Adriana Valverde alcanzan un acuerdo, que ella no es Sánchez ni él es Rivera. Y para el PSOE, Cs es de derechas hasta que deje de serlo, y para Cs el PSOE a nivel municipal no supone un riesgo para la unidad de España.

Los alcaldes no tienen potestad para disolver las corporaciones en caso de inviabilidad de gestión, asi que hay que pensar bien el voto, para que estos años que Almería tiene por delante no sean una pérdida de tiempo, un parón, y acabemos como nuestro tren, en vía muerta.


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