Andrés García Lorca | Jueves 09 de mayo de 2019
Un libro escrito a mediados del año quinientos de nuestra era, por un importante personaje del mundo político administrativo de la época, llamado Boecio, nos relata que muchas de las frustraciones y desesperanzas que padecemos los hombres, es por causa de haber olvidado el fin último del hombre. Bajo el título “De Consolatione Philosophiae” se expone en cinco libros sus pensamientos y teorías en las que explica el fin del hombre, la maldad humana y la bondad divina, la fragilidad de la fortuna y la libertad humana.
Sin llegar, ni por asomo, a la trascendencia de lo escrito por Boecio, me permito parafrasear en el plano de lo cotidiano, cómo en estos días hay muchas personas en el mundo político, que se lamentan de lo efímero de su fortuna; mientras que otros, por el contrario, piensan que la actual fortuna que poseen es inagotable o cuanto menos renovable. Muy pocos piensan objetivamente, en orden a determinar o explicar la mutabilidad de su fortuna y menos aún en comprender las causas que han producido su actual estado. Esta falta de ejercicio crítico hace que algunos traten de suplirla con el engaño, pensando que engañando puede retener o volver la fortuna a sus manos, mientras que otros buscan responsabilizar a terceros de sus males mientras se lamentan amargamente de su infortunio. En cualquier caso, lo que se constata, es que se ha perdido la visión del fin que representa la actividad política, el ser un instrumento útil a la sociedad para resolver las necesidades e intereses de la comunidad desde una perspectiva de posibilidad real.
En base a lo anteriormente señalado, los programas políticos que se presentan nos deben conducir a eso, ha resolver necesidades e intereses de la comunidad, sin negar con ello la perspectiva ideológica, pero buscando soluciones a los problemas y desarrollando propuestas que permitan la mejora del interés general. No es de recibo la defensa de generalidades sin y las matizar el objeto específico de las mismas, como tampoco es adecuado declara la voluntad de llevar a cabo objetivos fuera del plano de la realidad de los recursos disponibles.
Conciliar el interés general y los derechos individuales es el objetivo de un programa razonable, lo demás son entelequias o propuestas para el engaño. Si bien puede que, algunas personas, no se sea consciente de la voluntad de engañar por ignorancia supina, en cuyo caso no tiene legitimidad para representar el interés general.
Sería deseable que el ciudadano pudiera hacer un análisis crítico de los programas y que los partidos, facilitaran sus programas cuantificados económicamente y con los objetivos claramente definidos. Sobran las declaraciones de intenciones y las criticas sin fundamento o si alternativas.
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