Almería

Greenpeace alerta de la amenaza del ladrillo en Cabo de Gata

Jueves 27 de junio de 2019
Catalunya, Comunitat Valenciana y Andalucía encabezan el ránking de comunidades amenazadas por el resurgir de la urbanización masiva



Un 19% de los hábitats naturales de la costa andaluza están desprotegidos; es decir, se encuentran ubicados fuera de las figuras de protección de la naturaleza. Así lo señala el informe ‘A Toda Costa 2019’, elaborado por Greenpeace en colaboración con el Observatorio de la Sostenibilidad, que este año pone el foco en las áreas naturales que todavía quedan en la costa, tras la urbanización masiva de las últimas décadas y en las amenazas que enfrentan.

En total, los hábitats naturales sin proteger suponen más de 73.700 hectáreas (737 kilómetros cuadrados), una cifra que, unida a la presión urbanística, convierten Andalucía en la tercera comunidad con mayor presión humana en la costa; es decir, amenazada por la expansión del ladrillo y sus impactos directos e indirectos vinculados.

Esto supone una seria amenaza a la biodiversidad de la zona, ya que, de dichos hábitats naturales no protegidos, un 64,1% han sido catalogados de interés comunitario por la Unión Europea y un 16% como prioritarios para su conservación. Es, además, la comunidad autónoma que mayor número de hábitats prioritarios para la conservación ubicados fuera de los espacios de protección de la naturaleza alberga, 14 hábitats prioritarios diferentes, ocupando más de 7.500 hectáreas (1,1% de su superficie costera).

“Es necesario que estos ecosistemas sean reconocidos y protegidos antes de que puedan sufrir impactos graves”, señala Paloma Nuche, responsable de la campaña de Costas de Greenpeace.

Andalucía es la tercera comunidad con más superficie costera urbanizada de todo el litoral español, después de Catalunya y la Comunitat Valenciana, con un 14,3% de su costa urbanizada, y el renacer de proyectos urbanísticos de la costa es generalizado.

Entre los proyectos que mayor impacto tendrían en los ecosistemas costeros por su magnitud y ubicación en enclaves de alto valor ambiental y paisajístico destaca el deSan José (Níjar, Almería), que planea la edificación de viviendas y un área comercial en la carretera que da acceso a las dos playas más emblemáticas de la provincia, Mónsul y Genoveses, en pleno Parque Natural Cabo de Gata. También el proyecto urbanístico de Los Lances (Tarifa, Cádiz), donde varios miles de plazas hoteleras y residenciales incrementarían la presión humana en el entorno del paraje natural del mismo nombre. Destaca también el proyecto urbanístico del Pinar de Sancti Petri (Chiclana de la Frontera, Cádiz), que amenaza con arrasar hasta 60.000 metros cuadrados de pinar costero con más de 200 viviendas de lujo. Otro ejemplo de macroproyecto hotelero es el de Malcucaña, en El Palmar (Vejer de la Frontera, Cádiz), donde 1.500 plazas turísticas amenazan con aumentar la presión humana sobre un ecosistema costero de gran valor y ubicado, además, en la última parcela sin urbanizar de la playa.

El ladrillo ha arrasado con todo en la costa española, pero aún quedan hábitats naturales sin alterar. Greenpeace ha realizado una selección de diez de las playas naturales más amenazadas por la urbanización masiva en la costa, entre las que se encuentra la playa de El Palmar-Castilnovo (Cádiz), pero también la Platja de Gaspar (Barcelona), Cala Mosca (Alicante), Playa Margalida-Playa Son Real (Islas Baleares), Playa de la Cola (Águilas, Murcia), Playa Matas Blancas (Fuerteventura, Las Palmas), Praia de Limens (Pontevedra), Playa de Tranqueru (Asturias), Playa Rosamunda (Cantabria) y Playa de Azkorri (Bizkaia).

La playa de El Palmar es continuación de la de Castilnovo y ambas forman un ecosistema único de incalculable valor. Sin embargo, se trata de una zona muy vulnerable porque, aunque parte del suelo de la playa de Castilnovo está catalogado como no urbanizable, no cuenta con ninguna figura de protección que reconozca su importancia, por lo que se enfrenta a amenazas urbanísticas como la del futuro proyecto Malcucaña.

Pérdida masiva de biodiversidad


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Según el informe, el 22,2% de los hábitats naturales de la costa española se ubican fuera de las figuras de protección de la naturaleza; se trata de 519.000 hectáreas de ecosistemas de gran valor pero carentes de protección, de los que un 56,9% están considerados de interés comunitario por la Unión Europea y un 28,8% prioritarios para su conservación.

Las comunidades cuyos ecosistemas desprotegidos experimentan mayor presión humana, además de Andalucía, son Catalunya, Comunitat Valenciana y Euskadi, ya que la superficie urbanizada supera con creces la extensión de dichos hábitats que, al no tener reconocido su valor, son más vulnerables a futuros planeamientos urbanísticos y a los impactos indirectos de la urbanización masiva: contaminación, acumulación de basura, vertidos o falta de cuidado por parte de las administraciones, entre otros.

De estas regiones, la Comunitat Valenciana y Andalucía destacan por la combinación de una gran presión humana con una elevada tasa de hábitats naturales costeros desprotegidos (el 23% y el 19%, respectivamente) a lo que se le añade unas características óptimas para el turismo, lo que constituye el cóctel perfecto para la destrucción de más ecosistemas.

Es curioso el hecho de que la mayor proporción de ecosistemas costeros desprotegidos se da en la costa norte (Asturias, Cantabria, Galicia y Euskadi). En muchos casos, se trata de hábitats seminaturales ligados a actividades agrarias tradicionales, pero que también albergan una gran extensión de hábitats calificados por la UE de interés comunitario y prioritarios para su conservación. Por todo ello, señala el informe, estas regiones tienen todavía mucho trabajo por delante.

El informe de Greenpeace concluye que es necesario un mayor esfuerzo de las políticas de protección de la biodiversidad y reitera la urgencia de las actuaciones sobre el litoral.

“Al actual contexto de pérdida de biodiversidad mundial, en el que la primera causa de extinción de especies es la artificialización del suelo, se suma el resurgir actual del desarrollo urbanístico en la costa, por lo que hemos de poner en valor la biodiversidad que aún no ha sucumbido al ladrillo antes de que sea demasiado tarde”, puntualiza Nuche.

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