Opinión

La ocultación de Blas Infante

Rafael M. Martos | Sábado 10 de agosto de 2019

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El 17 de julio de 1936 una parte del Ejército español inicia una sublevación contra la II República en Melilla, y al día siguiente se generaliza el intento de golpe que acaba en Guerra Civil. Pues bien, no había pasado ni un mes desde aquellos instantes cuando unos falangistas entran en casa del notario Blas Infante Pérez de Vargas y se lo llevan para encerrarlo junto a otras personas en el sevillano Cine Jáuregui.

Aquello ocurría un dos de agosto, y esas prisas dejan bien claro las ganas que le tenían, por lo que es evidente concluir que Infante y sus ideas no eran una cosa pintoresca, algo compartido por un pequeño grupo de intelectuales, sindicalistas… no, debía ser un personaje significativo y peligroso para actuar con tal celeridad.

En la noche del 10 al 11 los falangistas lo sacaron a él y a otros del cine y los subieron a un camión. En el kilómetro 4 de la carretera Sevilla-Carmona, los bajaron, y como venían haciendo en aquellos días, los tirotearon.

No fue hasta 1940 cuando un tribunal de la “nueva España” condena a Infante a muerte por sus ideas y su acción política. Sin duda una pirueta jurídica a la altura de la infamia que se perpetró.

Lo cierto es que ni sus ideas ni su acción política eran delito en el momento en el que los falangistas lo cogieron sin que opusiera resistencia, y por lo tanto, quienes sí cometieron delitos fueron aquellos que realizaron una detención ilegal, posteriormente le tuvieron secuestrado, y más tarde lo mataron. La sentencia posterior, dictada por el franquismo, solo tuvo como fin blanquear un vil asesinato a sangre fría de una persona indefensa.

Pero no, estos detalles no aparecen en los libros de los escolares andaluces, donde el adoctrinamiento sigue fundamentándose en la ocultación de hechos.

Lo que tampoco ponen estos libros, es que Infante hizo la carrera de Derecho en Granada mientras trabajaba en su pueblo malagueño de Casares e iba solo a los exámenes, y aún así tardó un año menos del programa oficial en acabarla. No, tampoco cuentan que aprobó las oposiciones a notario tan joven, que tuvo que esperar un año para alcanzar la edad en que la Ley le permitía ejercer su profesión.

En los libros del colegio tampoco aparecen las portadas de sus muchos libros, aunque incluso escribió uno de fábulas para niños, y mucho menos se recogen textos de sus investigaciones sobre el flamenco, sobre la geografía andaluza, sobre historia, economía, política…

Y mucho menos encontramos en los libros escolares andaluces reproducciones de las páginas que Infante ocupó en los periódicos de la época, los elogios que se le tributan incluso en las primeras páginas, los reconocimientos que le hicieron sus compañeros por su ingente labor.

Infante se presentó en dos ocasiones a las elecciones aunque lo suyo, siempre lo admitió, no era el ejercicio de la política de esa manera, y aunque nunca logró un escaño, sí lo tuvo uno de sus compañeros, Ramón Franco… el hermano del dictador fascista Francisco Franco, uno de los héroes del Plus Ultra, que desde su avión lanzó octavillas... a un campesinado que no sabía leer.

De hecho, para evitar que aquella candidatura prosperara, las “fuerzas vivas” montaron un bulo conocido como “el complot de Tablada” para acabar con ellos. Así les temían a quienes hoy prácticamente siguen siendo unos desconocidos, porque en ningún libro escolar está nada de todo esto, ni los nombres de esas candidaturas, ni sus miembros… nada, no existen.

Supongo que a estas alturas el lector recuerda que Blas Infante es el Padre de la Patria Andaluza… ¿o no?


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