Opinión

“El refugio de los invisibles”

José Manuel Bretones | Martes 22 de octubre de 2019






Las facetas de Alberto Cerezuela como empresario y como investigador de secretos y misterios son de sobra conocidas. Su editorial figura en el primer lugar de la autoedición en España y sus libros sobre fenómenos extraños son ampliamente demandados por los lectores. La parte desconocida de este almeriense se ha descubierto ahora, con la publicación de “El refugio de los invisibles”. Se trata de una novela negra, en toda su extensión, pero con el aliciente de tener a Almería como campo de acción. Cerezuela, mediante una trama sorprendente, ágil y amena, nos presenta muchos rincones, dichos, anécdotas y leyendas de la provincia, quizás desconocidas para miles de ciudadanos. Si complicado es descubrir el verdadero ser de cada personaje en cualquier novela negra, cuando ese ejercicio se adereza con las tapas de “cherigans”, los pasteles de la Dulce Alianza, el pesacaíto frito de los bares o las vistas a La Alcazaba desde “La Guajira”, todo se enreda aún más, pero se hace más cercano y más nuestro.

La obra, como buena del género, mantiene la sospecha común hasta el final; tienes que ir desentrañando la trama almeriense para saber si por sus páginas pulula un asesino, una asesina, unos asesinos o unas asesinas; ignoras si el que parece malo es bueno o al revés o si el médico que trata a la inspectora de Policía protagonista esconde algo oscuro y maligno en el bolsillo de su bata blanca. El enlace entre los personajes es inusualmente terrible, con unas historias personales en ocasiones de horror, de sangre, de enfermedades, de niñez arrebatada o de desprecio infinito. Y todo, desarrollado en unas escenas locales que si no son mencionadas directamente por el autor quedan perfectamente reconocibles por la cantidad de información que aporta de los lugares donde desarrolla la trama. También son incontables las referencias a cuadros famosos, leyendas hispanoamericanas o escenas de películas; sin contar la banda musical que rodea a varias de las acciones.

Cerezuela tiene la capacidad de vestir a los personajes con unas características que los hacen perfectamente identificables con personas reales de la sociedad almeriense.
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Además, Cerezuela tiene la capacidad de vestir a los personajes con unas características que los hacen perfectamente identificables con personas reales de la sociedad almeriense. Es, pues, un quebradizo duelo entre personajes de ficción en un entorno real y cierto pero también un exuberante juego entre nombres semi inventados y seres con DNI que, cualquier día, pudieron aparecer en nuestras vidas dejando cicatrices, besos o rampas que nunca se pueden ascender porque resquebrajan el alma. Nada se trastoca; todo está ahí por alguna razón. Desde luego, Cerezuela también ha tenido el humor de bautizarlos con nombres inusualmente apropiados y con aptitudes de todo tipo: tímidos, bobalicones, perversos, bondadosos, ignorantes, atrevidos… como la vida misma, cualquier día en el Paseo.

El salvajismo de las escenas propias de las muertes violentas –como el cadáver encontrado en la Alcazaba- son poca cosa comparado con la galería de atrocidades personales e íntimas que rodean a los protagonistas. El autor ha seleccionado lo mejor y lo peor del ser humano para revestir a sus personajes: envidia, odio, amor, pasión, afecto, fobia, deslealtad, inquina, idolatría… Y todo, en un escenario donde las callejuelas, los barrios de Almería y muchos pueblos de la provincia, tienen un papel fundamental, casi definitivo. Tanto, como la historia negra de la propia ciudad con asesinatos reales aún sin resolver, que dan solidez a la obra.

“El refugio de los invisibles” es también una plataforma promocional del turismo local porque representa a los lugares de tal forma que abren el apetito de la visita, de ir a conocerlos, de disfrutar de ellos como los personajes de la novela; un libro, en definitiva, que pide a gritos ser convertido en serie de TV. Es más; creo que el autor lo ha escrito también para eso.


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