En estos tiempos de tanta turbulencia política, donde los partidos no se pone de acuerdo para aprobar los presupuestos del Estado, donde nos abocamos a repetir elecciones generales una y otra vez ante la falta de consenso para investir presidente, es llamativo el escaso eco de dos hechos en el sentido opuesto, que han tenido como escenario la Diputación de Almería.
No me refiero a que no hayan tenido sus titulares en la prensa, que los han tenido, sino a que no se les ha dado en general la trascendencia que tiene haber logrado unos presupuestos provinciales plurianuales, con el voto favorable de todos los partidos políticos de esta institución, y que tampoco contaran con oposición los planes provinciales, es decir, las inversiones que se van a acometer en Almería en 2020.
No pretendo comparar los distintos niveles políticos, porque es lógico entender las derivaciones que pueden tener unos presupuestos para España propuestos por el PSOE pero que precisan para salir delante de Unidas Podemos, ERC, Bildu, PNV, y un largo etcétera de partidos, a veces unipersonales y casi siempre con intereses contrapuestos. Es cierto que no puede tratarse igual que los presupuestos de la Diputación o sus inversiones, pero está claro que, como ha pasado en el propio Ayuntamiento de Almería, siempre hay opciones, y siempre se puede decidir entre el camino más fácil, o el mejor camino.
En la Diputación, su presidente, Javier A. García, podría haber hecho los presupuestos que le hubiese parecido oportuno porque el PP tiene una mayoría absoluta que le permiría aprobarlos sin problemas, en cambio, prefirió sentarse a negociar con el PSOE, con Vox, y con Ciudadanos, y lograr sus votos en los presupuestos y en los planes provinciales. Y es cierto que también hay que valorar en su justa medida lo que han hecho esos partidos de la oposición, que han preferido igualmente esa negociación, a montar un espectáculo improductivo pero que hubiese dado muchos titulares.
De distinta manera se ha resuelto la cuestión presupuestaria en el Ayuntamiento de Almería, donde el PP necesitaba al menos un socio, que por lógica sería Ciudadano o Vox, o contar con ambos, como sin duda le hubiese gustado al alcalde, Ramón Fernández Pachecho, para presentar ante la ciudadanía un respaldo a su propuesta económica irrefutable.
Al final, Juanjo Alonso (PP) y Miguel Cazorla (Ciudadanos) no solo se han entendido, sino que en la nota en que comunicaban este acuerdo, dejaban claro que blindaban las políticas contra la violencia de género y mantenían la colaboración con colectivos como los LGTBi, lo que supone dejar fuera de futuros entendimientos a la ultraderecha. Más allá de alguna medida un tanto estrambótica, como el mariposario, nada de lo que han acordado estas dos formaciones podría contar con la oposición de Vox –ni de casi nadie- pero está claro que para ellos lo importante no es la ciudad sino la ideología, que es justo de lo mismo que acusan ellos a todos los demás.
Tras la publicación de este artículo se ha hecho público un nuevo acuerdo presupuestario en la capital, en el que Vox también dará su voto a la propuesta del PP, pero eso no cambia la esencia del presente comentario.
Y es que como sosteníamos, se puede elegir, y así ha sido. El alcalde, Ramón Fernández Pachecho, no se ha hecho la foto con Vox, como sí se la hizo con Ciudadanos, y Vox no solo ha tragado con ese trato distinto cuando el valor de sus dos votos es el mismo que el de los de Cazorla y Burgos, sino que ha renunciado a todas sus demandas ideológicas, que quedan diluidas de un modo muy matizado en el último punto, de forma genérica y ambigua.
Insistimos: se puede elegir. Vox ha preferido no quedarse aislado, al tiempo que el PP ha considerado como señalábamos más arriba, que era mejor llegar al pleno una mayoría lo más amplia posible y que para eso era bueno contar con la ultraderecha y con Ciudadanos a la vez. El alcalde ha optado por esto, aunque podía haberse quedado solo con Cs, y también ha optado por blindar ciertas políticas que podían dejar fuera a Vox, y Vox ha optado por transigir en eso, e incluso en ser tratado de modo distinto a los naranjas.
Y como decíamos al inicio, el Ayuntamiento y la Diputación dan ejemplo de lo que es el diálogo en unos tiempos tan poco edificantes.