Rafael M. Martos | Martes 24 de marzo de 2020
En este confinamiento nuestro que ya ha pasado la primera semana y enfila la segunda, sin perder de vista que nos quedan dos más, mantengo mi duda inicial sobre la gravedad del coronavirus COVID19, y sobre si los gobiernos estarán actuando en clave de pandemia de opinión pública más que sanitaria.
Nos insisten que “esto no es una gripe” pero no es menos cierto que lo afirman los mismos que establecieron la comparación inicial, hay algunos puntos en los que sí cabe hacerla, y creo que es oportuno, tanto para explicar por qué está produciéndose el colapso sanitario, como para asegurar que no, que no vamos a morir todos ni mucho menos.
Según datos del Instituto Carlos III, en la temporada 2017-2018 (importante insistir en que es “una temporada”, no dos años), hubo 800.000 contagios de gripe en España, y se produjeron 15.000 fallecimientos, siendo 52.000 el número de hospitalizados.
En lo que llevamos de COVID19, a día 23 de marzo de 2020, son 33.089 los contagiados, y 2.182 los fallecidos, y eso que se trata de una enfermedad nueva, altamente transmisible, para la que no hay vacuna, mientras que para la gripe se hacen vacunaciones masivas a personal en riesgo, como mayores y sanitarios.
A pesar de esta enorme diferencia de cifras, a 20 de marzo, el coronavirus registraba en Andalucía un incidencia de 12 casos por cada 100.000 habitantes, en tanto que este mismo año, en este mismo territorio, la gripe alcanzaba 99,16 casos por cien mil habitantes en la semana 7/2020 continuando con la fase descendente de la onda epidémica desde que se alcanzara el máximo pico en la semana 04/2020 con una tasa de 187,03. Hay que recordar que el grado epidémico se sitúa en 40,75 casos por cien mil habitantes.
Insistimos, para la gripe hay vacuna, y los grupos de riesgo se la ponen.
El problema por tanto no es la magnitud del contagio, ni tan siquiera la mortalidad que se deriva de esta enfermedad, el problema real no es otro que el colapso del sistema sanitario por el estrés al que está siendo sometido.
De hecho, según Eurostat, la estancia media de un paciente en un hospital español es de 7,5 días, y en una UCI (el dato es del H Virgen del Rocío pero es válido por la diferencia abismal) es de 6,5 días, en tanto que la estancia media de alguien con COVID19 es de 28 días en la UCI. Es decir, que cada paciente de coronavirus en UCI vale por cuatro o cinco, y es eso, y no otra cosa, lo que está llevando al límite a nuestro sistema sanitario. Con 2.600 pacientes en la UCI, su tiempo de ocupación real es como si fuesen unos 11.000, y con 22.000 hospitalizados en estos momentos, siendo la mitad que hubo por gripe, el sistema les presta una atención que supone cuatro veces ocupación hospitalaria.
Pero si es verdad que los políticos pueden ser acusados de no actuar con mesura, pueden ser exculpados cuando el alarmismo llega desde el propio sector, como cuando las Sociedades Científicas SEMICYUC, representante de los especialistas en Medicina Intensiva, y SEEIUC, apuntaban en un informe 278.435 ingresos hospitalarios totales en un escenario probable, y una estimación de fallecimientos que podría llegar, en el peor de los escenarios, a los 87.000, y en el mejor, a más de 36.000. Pero a día de hoy, cuando aún están conociéndose casos de contagios previos al confinamiento, son poco más de 2.000 los muertos y no llegan a 34.000 los contagiados.
En cuanto a la verdadera tasa de mortalidad del COVID19, podría ser similar a la de una gripe estacional severa, que es inferior al uno por ciento, según un editorial publicado en una revista científica por los médicos Anthony S. Fauci y H. Clifford Lane, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, así como Robert R. Redfield, director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés), y que recojo del The New York Times.
Y si la tasa de letalidad en España de la gripe es de 17,5%, la de COVID19 era del 5% a 20 de marzo, se reducirá en cuanto el incremento de test aumente el número de positivos, de tal modo que el porcentaje de fallecidos del total infectados, porcentualmente bajará.
De ninguna manera quiero con todo esto quitarle importancia a esta enfermedad altamente contagiosa, para la que no hay medicina ni vacuna, y que mata personas, pero sí inducir a la reflexión de que tal vez la locura en la que estamos inmersos no sea tanto de este coronavirus, como de la gestión que se está haciendo de la pandemia.
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