Rafael M. Martos | Sábado 04 de abril de 2020
No tiene ni una calle con su nombre en Almería, ni una modesta placa que le recuerde, y ni tan siquiera es reconocido en la historiografía oficial de la Medicina eurocentrista como lo que fue, el padre de la epidemiología, por lo que investigó y por lo que dejó escrito.
Si Abu Yafar Ahmad bin Ali bin Muhammad bin Jatima al-Ansari, también llamado Ahmad ibn Jatima o simplemente Ibn Jatima, Abén Jatima o Abenjátima, médico, poeta y filósofo andalusí, nacido en Almería en 1300 y fallecido en la misma ciudad el 17 de marzo de 1369, hubiese sido catalán o vasco, sería mencionado en los libros escolares de esos territorios, pero como era andaluz, su nombre no es digno de aparecer ni en los estudios de Medicina, en los que un inglés, John Snow (York, 15 de marzo de 1813 – Londres, 16 de junio de 1858), es distinguido como “padre de la epidemiología”, y sin discutir sus méritos, hay que destacar que puestos a paternidad, el almeriense se la ganó antes.
Curiosamente, en la reseña que de él aparece en el Diccionario Biográfico de Almería y que firma Luisa María Arvide Cambra, destaca su relevancia en el plano literario al considerarlo como “de los mejores de al-Andalus”, y menciona de pasada el tratado que elaboró sobre las “causas y los efectos de la epidemia de la peste negra que azotó Almería entre 1348 y 1349”. Lo de “curioso” es porque esta misma estudiosa tiene un libro sobre las “prescripciones médicas” del almeriense muy interesante, pero en el DBA el tema supone apenas una línea, si bien se ocupan del desarrollo de esta faceta autores como Jorge Lirola o Melchor Antuña en otros artículos de investigación.
Su obra, publicada después aquella terrible enfermedad tenía por título Tahsíl garad al-qásid fi tafsil al-marad al-wafid (Consecución del fin propuesto en la aclaración de la enfermedad de la peste), y más tarde escribió otra que fue traducida al latín como Morbi in posterum vitandi prescriptio et remedia.
Ibn Jatima cuenta, por ejemplo, que de los 21 intelectuales que había en Almería, 12 murieron por la epidemia, todos ellos de edad avanzada, y analiza las condiciones climatológicas de la ciudad y su influencia en la expansión y virulencia de la enfermedad, también se percató de que la peste se cebaba con los barrios pobres por ser donde menos higiene había.
Ibn Jatima se adelantó –de ahí lo de “padre”- a los cristianos europeos de la época, en la teoría de que las enfermedades se podían transmitir mediante organismos minúsculos que pasaban por el contacto de un cuerpo con otro, o por los fluidos que así lo hacían. Abordó la hipótesis de la infección microbiana y la importancia del aislamiento de los contagiados durante las epidemias, señalando con enorme precisión cómo pasaban de unos a otros los síntomas y los males.
Curioso es que el Colegio de Médicos de Granada rindiera homenaje a Ibn al-Jatib o Ibn Jatima, en 2013 como una de los andaluces ilustres que desarrollaron en el siglo XIV medidas preventivas contra la peste negra; y en Almería no tenga nada que el recuerde, y eso a pesar de escribir la obra titulada “Maziyya alMariyya ‘alà-gayriha min-al-bilad al-andalusiyya” (Ventajas de Almería respecto a los otros territorios de al-Andalus).
En estas fechas de confinamiento por la pandemia del coronavirus COVID19, y desde el mío en este rincón de la vieja Andalucía que es Almería, creo merecido este pequeño homenaje a Ibn Jatima, que sigue sin ser profeta en su tierra.
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