Desde hace un mes, quienes somos padres, madres, o ambas cosas a la vez, mantenemos una convivencia especial con nuestros hijos, porque no son unas vacaciones, y nosotros tenemos que trabajar en casa, y ellos también. Desgraciadamente no todo el mundo puede hacerlo en las mismas condiciones, porque no todos disponen de ordenadores o tablet para mantener el contacto con el profesorado, pero tampoco todos tienen unos padres que puedan estar disponibles para preguntarles dudas, y también está el caso de quienes por distintas razones vitales no pueden responderlas.
Tengo presente mientras escribo a Nico, a Antonio, a Silvia o a Raisa, o a Jacinto o Paco, maestros del CEIP Ferrer Guardia de Almería, que corrigen ejercicios sobre fotos de móvil que les mandan sus alumnos, y que lo hacen a cualquier hora del día, y casi de la noche, o responden por correo electrónico a las dudas de los escolares, con enorme paciencia porque ellos, nosotros, y quienes nos unen, sabemos que es una situación compleja, en la que todos tenemos que poner de nuestra parte para que salga bien.
Pensando en ellos, a quienes admiro y agradezco su esfuerzo, y también en su alumnado, no puedo menos que sentirme indignado con la vacuidad del mensaje de la ministra de Educación, Isabel Celaá, y de su lugarteniente, el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, tras su reunión con los consejeros de las Comunidades Autónomas para abordar cómo desarrollar el último trimestre del curso académico.
Escuchar a la ministra afirmar cosas tales como que “Tenemos un currículo profuso, amplísimo, enciclopédico” es un insulto a la memoria, porque los conocimientos que se exigen a un alumno son mucho menores que hace una década, que ya suponían una importante reducción respecto a la década anterior, en todas las materias. Para que “nadie se quede atrás”, en vez de tirar hacia arriba de los que están abajo, se baja el nivel de todos.
No solo esto, nos encontramos que no hace mucho, había quien abogaba por incluir una asignatura de “feminismo”, es decir, añadir más contenido al “enciclopédico” currículo escolar, es de suponer que restando horas de ¿Matemáticas, Lengua, idiomas, Historia, Ciencias Naturales, Sociales…? Con lo sencillo que es promover –como se está haciendo- la igualdad, el pacifismo, la solidaridad, el antirracismo o el rechazo a la xenofobia de modo transversal, en todas las asignaturas... por ejemplo en los enunciados de los problemas de matemáticas, o estudiando a más escritoras, o hablando más del papel de ciertas mujeres en la ciencia… no hacen falta asignaturas nuevas, solo rediseñarlas, pero los políticos tienen el afán de ser pequeños dioses creadores para tener placas en la posteridad.
Pero a lo que vamos, la ministra habla de pasar la mano en el último trimestre en atención a la situación en que nos ha metido el COVID19, al tiempo que niega estar hablando de “aprobado general”.
La solución es más simple, y me atrevo a proponerla: la media ponderada de los trimestres. Es decir, que la nota final del curso atienda en un 50% a la obtenida en el primer trimestre, que se dio entero de modo presencial, que el segundo otorgue el 30% o 40% porque fue solo la mitad, y el tercero, suponga el resto de la calificación. Esto sería de justicia, porque nadie va a perder el curso si el último trimestre le va mal, y el primero le fue bien, pero tampoco va a salvar a quien le aprueban el último trabajando desde casa, teniendo malas notas los anteriores.
También resulta absurdo que se promueva que los colegios abran en julio para dar clases de apoyo “voluntarias”, porque lo que también se podría hacer es un “examen voluntario” al finalizar ese mes para que quienes suspendieron el curso, puedan tener la oportunidad de recuperarlo entero o ciertas asignaturas.
Es como en la Universidad. ¿Tan complejo es pasar la Selectividad a finales de agosto, o a septiembre, y que un par de semanas después sea la “repesca”? Se daría así, certeza a los alumnos sobre las fechas, tendrían más tiempo para estudiar, y el Estado también dispondría de un plazo mayor para organizarla, sabiendo que el curso no lo comenzarán hasta octubre.
Estos desvaríos son propios de quien, como Tiana, sostiene que “lo importante no es el papelito” de las notas o el título, sino los conocimientos… ¡pero hombre-de-dios, que el papelito que desprecias es el justificante de que tienes esos conocimientos! ¡cómo no va a ser importante el papelito!
Pero ese restar importancia al “papelito” en beneficio de las competencias es contradictorio con el hecho que defiende el propio Tiana de evitar la repetición de curso. Es decir, si la clave son los conocimientos, el escolar no debe pasar de grado hasta que los haya adquirido, pero si lo importante es el “papelito”, que pase para que se lo puedan dar. O una cosa o la otra, las dos no pueden argumentarse a un tiempo.
No puede extrañar esta confusión en el secretario de Estado de Educación que, en la rueda de prensa, afirmaba en una misma frase también, que la repetición de curso estaba muy arraigada en España… pero en Francia más. O un sitio, o el otro, pero no los dos. Y aseguraba que la repetición no existía en nuestro entorno, y bueno ahí está Francia, pero también Luxemburgo, que está en un nivel idéntico al español, o Alemania, o Portugal, o Italia, o Países Bajos, o Austria, o Bélgica… con variaciones, pero en estos y otros Estados se puede repetir curso. Será mejor o peor para la educación lo de repetir curso, pero no es una excepcionalidad española, como lo presenta Tiana.
El problema al final es que se construyen argumentaciones sobre premisas falsas, y claro, al final la conclusión es desacertada, pero cuando uno tiene firma en el BOE, la verdad no importa, y el COVID19 se convierte en la puerta trasera por la que colar cambios de sistema.