Hace seis años y tres meses, moría Musiquito, una de esas personas a las que la vida de artista no le fue nunca del todo bien, y que solo lograron cierta popularidad cuando aceptaron convertirse en objeto de burla general para alcanzar la efímera fama televisiva.
Como el feriante que sube una y otra vez a la plataforma de la que caerá de golpe al barreño de agua cuando alguien con buena puntería estampe la bola en el centro de la diana, Musiquito aparcó las canciones para niños, y se dedicó a ir de programa en programa cantando aquello de “¿dónde está la mosca, aquí, o aquí?”.
Aquella regurgitación rítmica que repetía disfrazado de insecto en El Semáforo, en Día a Día, o allá donde le llamasen, se parece mucho a las intervenciones con las que nos castiga cada fin de semana Pedro Sánchez, el amado líder, para anunciarnos otros quince días más de confinamiento, que parece que le ha cogido gusto.
Pero no es solo cosa suya, es de su gran asesor pandémico, esa mezcla visualmente explosiva entre Einstein y Beethoven, que es Fernando Simón, el mismo que afirmó que era una gripe de nada, el mismo que afirmó que solo habría un par de casos en España, el mismo que afirmó que las mascarillas no serían necesarias, y en todo caso, recomendables para los enfermos. Grandes verdades que demostraron ser falsas a no tardar mucho.
Simón está al frente de ese comité de sabios a pesar sus continuos desatinos, porque como un amigo mío ha escrito en Twitter “este hombre se va a enterar de que tiene pene, cuando se mee en los zapatos”.
No lo entiendo. Nos dicen estos expertos que el COVID19 no está en el aire, que su contagio se produce por la saliva de alguien infectado, y que entra en contacto con nuestra boca, ojos o nariz, de ahí que debamos ponernos a suficiente distancia como para estar a salvo de esa lluvia invisible de bichitos, y que del mismo modo, hemos de tener cuidado con las cosas, porque el virus que cae sobre ellas, aguanta incluso varios días con capacidad de contagiarnos, pero para que ese se produzca no solo hemos de tocar, sino luego llevar ese virus a nuestra boca, ojos o nariz.
Entonces no comprendo que no podamos salir de modo individual a hacer running o ciclismo con las precauciones antedichas, o que haya que esperar a final de mes para que los niños salgan a la calle, y que lo hagan con mascarilla. Ese menor irá con un adulto con el que convive, y no va a jugar con otros niños, y no va a tocar los columpios porque los parquecitos siguen cerrados ¿entonces para qué necesita la mascarilla si el bichito no está en el aire? Pues es otra cosa tan absurda como que dos personas de una misma familia no puedan ir juntas en un coche, lo que luego –parece ser- modificaron condicionándolo que una fuera delante y otra detrás, ambas con mascarilla, como si se fuesen a contagiar en el vehículo lo que no se han contagiado en casa.
Como ya hemos explicado, resulta que con el Decreto de Estado de Alarma en la mano, lo que no podemos es estar en espacios públicos, por eso no podemos salir a pasear, pero nada dice de que un fulano monte una fiesta en su piso con los vecinos… eso sería objetivamente un foco de contagio, pero no está prohibido, pese a lo cual es muy posible que acabara en detención del anfitrión y sus invitados.
España es el país europeo que más está alargando la cuarentena, y el que la mantiene más estricta, con más sanitarios muertos acumulados, el que aún no ha comenzado a hacer test masivos, pero también el que menos información ofrece públicamente y donde más dudas hay sobre la veracidad de los datos que cuenta. Será por eso que ni ellos se aclaran dónde está el bichito.