Vale, que sí, que todos somos partidarios de que los niños tengan un trato al menos tan humano como las mascotas, pero por favor, Pedro ¿las peluquerías, para cuando? Ya sé que esto es algo que a tu vicepresidente Pablo Iglesias no le importa mucho, y no lo digo por la longitud de la coleta, si no por lo poco que se cuida el pelo, pero a ti sí, Pedro, a ti esto sí te importa.
En mi caso, no hay problema de que se me vean las raíces, porque parafraseando el tango, las nieves del tiempo empezaron a platear mi sien desde bien joven, y como siempre he preferido tener el pelo blanco a ser calvo, nunca le he dado mayor importancia. Ahora bien, las videoconferencias del confinamiento nos están desvelando la canas avanzadas de más de uno… y no quiero señalar a nadie.
Pero lo que no entiendo es esa moda de que nos dejemos barba a cuenta del confinamiento, cuando afeitarnos es una de las pocas cosas que sí podemos hacer sin que nos asalte por la ventana del baño un equipo de los GEO.
Pero lo que no entiendo es esa moda de que nos dejemos barba a cuenta del confinamiento, cuando afeitarnos es una de las pocas cosas que sí podemos hacer sin que nos asalte por la ventana del baño un equipo de los GEO.
Comprendo que el Gobierno decidiera permitir el trabajo a domicilio de los profesionales de la peluquería, pensando en las personas que están en residencias o en hospitales, y me pregunto si ese “a domicilio” genérico que recogía el Decreto como opción autorizada contempla la atención a cualquier ciudadano que está confinado, o si ese “a domicilio” se ha extendido a las televisiones, y en todo caso, presidente, por dios, acuérdese de nosotros, la gente normal a quienes la cabeza ha comenzado a inflarse de modo sobrenatural, y acuérdese de las mujeres que sí son más de tintes que los hombres, y parecen obsesas de la antropología, encontrando raíces por doquier.
Lo que no acabo de ver es cómo va a ser ese día en que volvamos a la peluquería -porque llegará ¿no, presidente?- ya que puedo imaginar a mi peluquero con mascarilla y guantes, pero no sé cómo va a perfilar unas patillas si el cliente sin cortar los cordones. En todo caso, queda el foco de contagio del tiempo de espera mientras caen al suelo los cabellos, o el sillón compartido al que hasta ahora solo se le hacía una sacudida rápida, o los peines, los cepillos, las tijeras, las máquinas… son elementos cuya higienización se hacía pero ahora tendrá que extremarse más que antes de la visita del COVID19.
Seguramente el presidente del Gobierno está más preocupado ahora con averiguar detalles sobre la compra de mascarillas fake, sobre la distribución de mascarillas fake, sobre el contagio de sanitarios por las mascarillas fake… y sobre las razones por las que tardó una semana en retirarlas de la circulación desde el día en que fue advertido del gravísimo problema que ha mandado a cuarentena a un buen número de esos profesionales a los que aplaude cada día.
En todo caso, el sector de la peluquería será sin lugar a dudas uno de los que deba reconvertirse, y quizá la excepcionalidad del corte de pelo a domicilio, se generalice, lo mismo que pasará probablemente con la hostelería, especialmente la gourmet, que quizá encuentre un revulsivo en el servicio a domicilio, que hasta ahora solo se producía de modo esporádico.
Pero mientras llega el 9 de mayo, y como ya avisan de una nueva prórroga, repito que lo de las peluquería para cuando, que entre el síndrome de la caverna y estos pelos…