Opinión

Candyman

Antonio Felipe Rubio | Viernes 24 de abril de 2020






-Ya está aquí Candyman. ¡Hey!, qué tipo Candyman

-¿Qué tipo de dulces desea usted? Candyman los tiene todos

-¿Quién puede tomar un amanecer y espolvorearlo con rocío? ¿Quién puede cubrirlo de chocolate y hacer un milagro o dos?... Candyman, puede.

-Candyman puede, porque él lo mezcla con amor y hace que el mundo sepa bien. Candyman hace de todo lo que hornea algo satisfactorio y delicioso.

-Él habla sobre tus deseos de infancia… Quién puede tomar un amanecer, sumergirlo en un sueño, y quitar el dolor recogiendo sólo la crema… Caaaaandymaaaaaan.

Así comienza la canción de la película “Malcom in the Middle” en la que interviene Sammy Davis Jr. Candyman es el “Hombre de los caramelos”.

Un tío que aparece en hora de prime time de Clan y Baby TV para saludar a “los niños y niñas que me estáis viendo”, ya no es sólo un pretencioso de proporciones descomunales, es un peligroso espécimen al que hay que tomarle distancia social.

La ausencia de Illa propició a Pablo Iglesias una gran oportunidad para perpetrar el episodio más tóxico que hemos podido soportar en una democracia intervenida por la estulticia para la gestión y, por el contrario, con el mayor aparato de ingenio para mantenerse en el poder.

La experiencia de Iglesias como herpetólogo social le ha conducido a la práctica del encantamiento de serpientes. Su lenguaje “tocino de cielo” es la edulcorada cobertura de la amarga realidad a la que nos están conduciendo.

Las últimas comparecencias de los miembros y miembras del Ejecutivo evidencian el progresivo gradiente de su inutilidad, así como una desesperada trayectoria repleta de manipulación y mentira que sirvan para continuar -como sea y haciendo el daño que sea- al frente del poder. Así, aparece una componente que, según mi particular percepción, supera la inutilidad para instalarse en la perversión.

Hay algo de perverso en la infantil y púber salutación televisiva, también hay argumentos de maldad. Y es que no creo que sean tan tontos; me inclino más en que su inteligencia la vierten en escenarios que generen más problemas que solapen sus inmediatas averías.

Que un ministro filósofo no entienda de sanidad, es razonable; pero que a la pregunta ¿qué es un paseo? Responda “un paseo es un paseo” es un insulto a “La crítica de la razón pura”. Razón y lógica, aun no siendo sinónimos, son necesariamente complementarios. Así se despacha el ministro filósofo un mayor abundamiento en la descripción de sintagmas, y se sacude los problemas endiñando a la sociedad lo que le corresponde solucionar -con razón y lógica- al gobierno. Ejemplo de ello es el asunto de las mascarillas. El gobierno de España lleva dos meses sin solucionar mascarillas y test, pero han sido las empresas privadas (industrias y farmacias) las que han precavido esta contingencia. Ahora, cuando hay existencias, llega el filósofo y aplica la razón y la lógica: “las mascarillas se venderán a 0,96 de euro… y no habrá compensación”. O sea, la farmacia que haya comprado a 1,40 para dar un servicio esencial a sus clientes la condena a vender a pérdidas. Y ya verán si desde el gobierno no deslizan una componente de avispado oportunismo para unos profesionales que han demostrado mayor diligencia y agilidad, cuestión que no soportará reconocer el filósofo aduciendo mala praxis de los boticarios. Uno de los “castigos” ya les ha llegado “no habrá compensación”, y añado, dirán “por querer ser más listos que el Gobierno de España”; pero no duden que habrá alguna sibilina trampa para desacreditar a los farmacéuticos.

Por último, recurro a la canción del “Hombre de los caramelos” (Candyman). No sólo era una pieza del musical, también fue una película del género de terror, titulada en España “Candyman: el dominio de la mente” (1992, Bernad Rose): Un hombre negro tuvo un hijo con una mujer blanca. Fue linchado por los vecinos cortándole una mano que, untada con miel, atrajo un enjambre de abejas que le picaron hasta causarle la muerte.

Ante un espejo, aquellos que invocasen el nombre de Candyman cinco veces serían hipnotizados y arrancado su corazón por el hombre negro que llevaba un garfio en la mano amputada.

Acabo de echar cuentas, y he mencionado al fantasma doce veces. Espero que no se me aparezca el Hombre de los caramelos. Peor sería que apareciese con coleta y dirigiéndose con lenguaje hipnótico a los niños… y a las niñas.