Rafael M. Martos | Lunes 20 de julio de 2020
A quienes todavía hoy lucen con orgullo la bandera de los tercios de Flandes en sus mítines, y recuerdan aquel glorioso imperio –hispánico, que no español- en el que no se ponía sol, lo que están haciendo ahora los holandeses debe estar reventándoles el hígado… o no, porque en el fondo les satisfará que el presidente Pedro Sánchez, ese “socialista amigo de la narcodictadura venezolana y de terroristas-separatistas aliado de comunistas” (así, del tirón y sin respirar) regrese de las negociaciones para obtener fondos de ayuda europea por el COVID19, con un fracaso.
Lo cierto es que el fracaso de Sánchez, de confirmarse, será un duro varapalo para toda la ciudadanía española, porque nuestra economía ha quedado muy tocada por la crisis sanitaria justo en el momento en que estaba asentándose la recuperación iniciada en el último tramo del Gobierno de Mariano Rajoy.
Pero los holandeses deben ser unos seres malvados que, igual que en la anterior crisis pasó con Alemania, no quieren echar un cable a los españoles, a quienes consideran manirrotos, fiesteros, vagos, irresponsables… y desde el punto de vista económico, critican el excesivo peso del sector público, las dificultades que se pone al privado, nuestro sistema impositivo, nuestra fiscalidad, nuestros régimen laboral, nuestro sistema de protección social…
Para que nos entendamos, la visión que un holandés o un alemán tiene de los “españoles” es exactamente la misma que un catalán, un vasco o un madrileño tiene sobre nosotros, los andaluces, así que los del sur conocemos perfectamente esta situación.
Dicho de otro modo, que los españoles que acusan de insolidaridad a los holandeses o a los finlandeses por sus trabas al fondo COVID19, debería analizar qué postura tienen ellos mismos respecto a la financiación de Andalucía, respecto al PER (algo que no existe ya, en su lugar hay algo parecido llamado PFEA y está extendido en casi todo el Estado, aunque solo se atribuya a Andalucía en tono despectivo), respecto al fraude institucionalizado de los ERE, de los Cursos de Formación, de la renta mínima andaluza, del reparto que se hizo de portátiles en los colegios o los libros gratuitos, de algunos de los servicios que incluye el SAS, del exceso de cargos públicos y asesores asalariados muy por encima de la realidad social, del sinfín de organismo, fundaciones y empresas públicas, de la prodigalidad y descontrol en ciertas subvenciones… Del gasto que otros gobiernos autonómicos hacen a grupos filoterroristas, o asociaciones con objetivo anticonstitucionales, o a embajadas en el exterior, o a exiliados/huídos de la justicia… hablamos en otro momento.
Sería prolijo detallar las cuantiosas ayudas que ha recibido durante las últimas décadas Andalucía desde del Estado, y también desde la Unión Europea, gracias principalmente al sistema autonómico, porque el centralismo siempre fue nuestro enemigo. Pero no es menos cierto que nuestro progreso no se ha acompasado con todo esto. Seguimos siendo los últimos en nivel educativo, sanitario, industrialización… y los primeros en desempleo. Hemos recibido más dinero que nunca, y seguimos en el mismo sitio de siempre.
Es por eso que cuando la Europa del norte recibe la visita de Sánchez y éste les pide dinero, pues no le miran con la mejor de sus sonrisas, con esas sonrisas que ponen cuando se emborrachan en Magaluf. Son reticentes, porque no están dispuestos a prestar a fondo perdido a un país que impulsa una política económica radicalmente distinta a la que a ellos les hace crecer.
Me imagino a los holandeses ante nuestro presidente, mirándole a los ojos, y pensando: “A ver, España va camino del desastre, y en vez de implementar las políticas económicas que a nosotros nos están yendo bien, quieres hacer justo lo contrario, pero que te lo financiemos nosotros ¿es eso?”.
Y la respuesta de Sánchez: “Pues básicamente… sí” (bueno, su contestación sería más extensa e ininteligible, pero en resumen sería eso).
“Pues va a ser que no”. Así se pronunciará los del norte, de un modo también farragoso y diplomático, pero sucintamente, así.
Pase lo que pase, a nosotros nos lo contarán como un éxito de la diplomacia española. Para los holandeses, también será un éxito, pero suyo. Así es la política.
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