Al único andaluz al que perdono renegar de su patria es a Joaquín Sabina, que cambió el final de “Pongamos que hablo de Madrid” para admitir que prefería esperar a la muerte allí donde había vivido, y es que como dice el amigo Vito (Sínkope), “pare Madrid un millón de sueños para no dormir”.
Pero no es de Madrid de lo que quiero hablar, sino de dos madrileños que me vienen a la cabeza escuchando a “ese que canta” y al pirata extremeño, porque que algunos hayan logrado cumplir su sueño, se ha convertido en pesadilla para muchos, pero también para ellos aunque ya sabían ambos qué les esperaba en ese matrimonio de conveniencia.
Un matrimonio de conveniencia, o una sociedad limitada y nada anónima, en la que los contrayentes, o los socios, no es que no se fíen el uno del otro, es que se traicionan siempre que pueden, aunque en ocasiones solo puedan hacerlo desde la maledicencia.
Está claro que aquello del “converso” Sabina de “Yo que siempre cumplo un pacto, cuando es entre caballeros” tiene sentido, porque Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están dejando claro que no cumplen sus pactos, porque sencillamente, no son unos caballeros.
De otro modo no se entiende que el presidente del Gobierno revele el contenido de los mensajes privados cruzados con el líder del Partido Popular, Pablo Casado. Así deja abierta la veda para que otros revelen los suyos, o los de su equipo, y esa es una dinámica política diabólica por lo que supone.
Por eso no es serio escuchar a esa intelectual de referencia que ejerce de portavoz del grupo parlamentario socialista, Adriana Lastra, quejarse de que el vicepresidente del Gobierno revele una conversación privada con el presidente.
Pero si traicionar la confidencialidad de una comunicación con Casado se puede entender, aunque sea un error estratégico en la forma, lo que no es de recibo, o mejor, lo que es chusco, es que la desconfianza sea una invitada más los martes en Moncloa, y en la mesa del consejo de ministros se van “navajas de Albacete, bellas de sangre contraria”, como diría Federico García Lorca.
Iglesias no tiene problema en exponer públicamente una bronca con Sánchez por el tema de la salida de España del anterior jefe del Estado, para luego humillarle diciendo que el presidente le pidió perdón. Y después tiene el cuajo de afirmar que el PSOE es un partido monárquico, lo que es una falsedad absoluta que solo busca dañar su imagen -la imagen de su socio de Gobierno-, porque los socialistas, en esto, lo que hacen es no considerar urgente el cambio de régimen, aunque en ningún caso renuncian a una España republicana… por cierto, como la mayoría de los diputados en Cortes.
Y por parte Sánchez, no tiene inconveniente en reconocer que no habló con su vicepresidente del tema del Emérito, y tampoco de la fusión entre La Caixa y Bankia por ser asuntos delicados.
Tenemos un presidente que no se fía de su vicepresidente, y un vicepresidente al que le gusta humillar al presidente.
Tenemos un presidente que no se fía de su vicepresidente, y un vicepresidente al que le gusta humillar al presidente.
Pues eso, que no cumplen sus pactos porque no son caballeros, y se quedan sin la canción prometida por el madrileño de Jaén, y si no cumplen entre ellos ¿podemos esperar que cumplan con nosotros?
La canción aquella de Sabina acababa contando que “venía en el diario/el careto del más alto (…) escapaba del asalto/ al chalé de un millonario”, y me pregunto para mis adentros, si Iglesias se seguirá identificando con el asaltante, o habrá caído en la cuenta, de que es el millonario del chalé en Galapagar.