Opinión

Moción de censura: Del desahogo al ahogo

Rafael M. Martos | Jueves 22 de octubre de 2020

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No se fíen de las opiniones de unos o de otros sobre el resultado de la moción de censura, y retengan solo el pasmo de Santiago Abascal al escuchar a Pablo Casado. Recuerden la cara en el escaño del candidato a presidente del Gobierno en la moción de censura de Vox, al escuchar el sonoro "hasta aquí hemos llegado” del líder del PP. Y por si les cabe alguna duda, observen con atención la reacción cuando vuelve a subir a la tribuna para responder.

Abascal sabía en ese instante que había perdido algo más que la moción de censura, y que no solo por una cuestión numérica, que entraba en lo previsible. Sabía que en su excursión a por las ovejas del PP había acabado trasquilado.

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Que luego intentaran él y su coro dar a entender que el PP había cavado su tumba política con ese duro y rotundo no, fue –y seguirá siendo- un vano intento de enmascarar su propia derrota ofreciendo a los suyos algo de carnaza. Pero su cara tras el discurso de Casado no necesita interpretaciones, porque Abascal, con las manos apoyadas en el atril, ojiplático, movía la cabeza como el vivo ejemplo de la expresión “no le llega la camisa al cuello”.

Pero lo que mal empieza, mal acaba, y en esta moción de censura todo ha ido mal de principio a final.

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Primero fue anunciarla con tantísimo tiempo de antelación, dando la posibilidad a los demás a establecer una estrategia respecto a la misma, y eso enlaza con el otro gran fallo, que no es otro que las pocas ganas de trabajar de quienes la han liderado.

Comenzaron hablando de buscar a un independiente para encabezarla, pero nunca hubo nombres en la palestra pública, lo que significa que, o nunca los hubo, o si los hubo lo rechazaron.

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Además, tal como les recordaron desde Foro Asturias y desde Navarra Suma, por ejemplo, es que ni tan siquiera los tocaron para pedirles aunque fuera su abstención, ya que sus pactos con el PP les impiden votar un candidato que no sea el de este partido. Ambas formaciones se quejaron por haber sido ninguneados.

Pero si no tenían candidato, y no se habían trabajado unos mínimos apoyos, podrían haber dado un paso atrás con la excusa perfecta de la pandemia, porque como reiteradamente le recordaron, miles de personas mueren cada día por culpa del COVID19, y plantear una moción de censura en estas circunstancias sin tener asegurado ganar, y por tanto dar un cambio de rumbo, se convierte en unos juegos florales de la demagogia.

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En cuando al mensaje, el error fue doble, y uno de ellos imperdonable. Porque imperdonable es soltarnos una historia de conjuras internacionales mezclando a George Soros, a Hitler, a los chinos, a la Unión Europea, los cárteles iberoamericanos de la droga, gobiernos bolivarianos, la invasión de inmigrantes, las alabanzas a Donald Trump… lo único que hizo fue colocarse fuera de una realidad que no vive la ciudadanía. Hablar de todo esto fue imperdonable cuando el leiv motiv de la moción de censura debía haber sido la mala gestión de la pandemia, desde lo sanitario y desde lo económico. Sobre lo otro, puede tener o no razón, puede ser cierto o no, pero lo indiscutible es que ni interesa a nadie, ni justifica una moción de censura.

El error perdonable es el que se deriva de mostrarse tal como son. A ellos les sobran todos los que no piensan como ellos, porque Abascal dice defender la Constitución, pero quiere cambiarla, entre otras cosas, ilegalizando a aquellas formaciones que también quieren cambiarla pero en sentido opuesto al suyo.

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De esta forma, de nuevo, no es que Vox no vaya a contar jamás con el apoyo de Bildu o ERC, no, es que tampoco va entenderse con los autonomistas de Foro Asturias, con los foralistas de Navarra Suma, que son de derechas, o con Coalición Canaria, o con los de Cantabria.

Y si hay tantas formaciones regionalistas y nacionalistas en el Congreso es precisamente porque lo que la inmensa mayoría rechazamos es el centralismo que defiende Vox, ese centralismo es el que ha ido provocando que estemos hartos de que los partidos grandes solo miren desde Madrid.

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De hecho, gracias al sistema autonómico se están pudiendo contener desvaríos del Gobierno central, como la posibilidad de aprobar ESO y Bachiller con todo suspenso, o se ha organizado aceptablemente bien la vuelta a los colegios durante la pandemia.

Abascal, eso sí hay que reconocérselo, se subió al púlpito con ganas de desahogarse ¡y vaya que si lo hizo! Se notaba con ganas de decirle un par de cosas a la cara a Pedro Sánchez, a Pablo Iglesias y los demás de la pandilla, y se quedó a gusto.

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Su desahogo, que tenía también una parte importante de victimización propia, se convirtió en ahogo cuando la “derechita cobarde” le calló. Porque la “derechita cobarde” es la que habría agachado las orejas, absteniéndose, acomplejada para no ser vinculada al "consenso progre", y aceptando su posición subalterna en la derecha. El PP ha marcado claramente sus señas de identidad, propias, tan diferentes a las del PSOE en unas cosas, como de Vox en otras, pero con capacidad por tanto de entenderse con unos en unas cosas, y con otros en otras.

Si la moción de censura tenía como fin cambiar al gobierno y no había una mayoría alternativa suficiente ni en el mejor de los casos ¿qué otra esperanza albergaba Abascal al presentarla, más allá de hacerse con el electorado del PP?

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