Opinión

Humillar a Pedro Sánchez

Rafael M. Martos | Domingo 15 de noviembre de 2020

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Allá por los lejanos años 80, era una contante de los partidos políticos –de todos- argumentar contra la barbarie criminal de ETA, y el dolor y sufrimiento que provocaban, que en democracia, sus armas sobraban, que podían defender lo mismo sin matar, secuestrar o extorsionar. Recuerdo a incluso al candidato y posteriormente presidente, José María Aznar, prometiendo ser “generoso” si abandonaban el terrorismo, y mostrando esa mano tendida haciendo constantes acercamiento de presos al País Vasco.

Ahora, ETA ya no existe, perdió una guerra inútil que ganó la democracia tras casi un millar de muertos, y miles y miles de heridos en cuerpo y alma. Una sociedad que sigue herida, que necesita mirar hacia al futuro, pero que no puede ni quiere olvidar el pasado.

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Es por eso que el pacto con quienes defienden por la vía democrática lo mismo que defendía ETA, con quienes integran en sus filas a exmiembros de la banda que ya cumplieron condena y están legalmente rehabilitados ante la sociedad, es un asunto moral y éticamente complejo.

Ahora bien, lo que no es de recibo es que Pedro Sánchez salga impune de su enésima mentira, y que Pablo Iglesias también salga impune de su enésima humillación al PSOE.

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Sánchez dijo que no dormiría tranquilo con Iglesias de vicepresidente, y dijo que nunca formaría con él un gobierno de coalición, y tardó 48 horas en desdecirse para que no se le escapara el sillón de presidente.

Pues con Bildu lo mismo. Una y otra vez, en entrevistas periodísticas y en sede parlamentaria, Sánchez insistió en que nunca jamás pactaría con los herederos de ETA, que esa era una línea roja infranqueable, pero aunque tenía la oportunidad de utilizar los 10 votos de Ciudadanos a cambio de no contar con los 5 de Bildu, ha optado por aquellos con quienes afirmó que nunca lo haría.

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Otra cosa es si Ciudadanos podría firmar el mismo presupuesto que Podemos, que se antoja algo más que imposible desde el punto de vista económico.

Pero si ya es grave que el presidente mienta una vez más en temas tan extremadamente sensibles, no lo es menos su propia actitud personal, porque está dejando en manos de Iglesias la toma de las grandes decisiones, como ésta, y es el vicepresidente segundo quien se ufana en demostrar que es él quien dirige la negociación presupuestaria, no Sánchez, y Sánchez se deja humillar una y otra vez exhibiendo una sonrisa bobalicona, como si nada de esto fuera con él.

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Como si con él no fueran los movimientos para acabar con la Monarquía, como si con él no fuera el “Ministerio de la Verdad”…

Iglesias disfruta humillando a Sánchez, y por extensión a todos los socialistas, demostrando que quien manda es él, hasta el punto de que el vicepresidente segundo no tuvo reparos en decir en una entrevista televisada, en referencia a otro tema, que el presidente le había pedido perdón.

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Mientras, Sánchez, sonriendo como lo hacen los cornudos o las cornudas, que saben que lo son, pero fuerzan la mueca cuando les miran para disimular, sin percatarse de que la falsedad de su gesto es lo que más evidencia la certeza que todos tienen.


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