Jose Fernández | Miércoles 09 de diciembre de 2020
La distancia proporciona perspectiva, pero la comparación enfoca con precisión las imágenes. Y quiero que piensen ahora en el comentado “monumento” que el Ayuntamiento de Barcelona, dirigido por esa activista populista entregada a la patochada (su responsable de comunicación saltó a la fama por dedicarse a orinar en la calle como medida reivindicativa) ha instalado para homenajear a las mujeres sometidas a la represión franquista, que son las únicas mujeres que tienen derecho al reconocimiento público de sus padecimientos. A las asesinadas, encarceladas y perseguidas por otros, que les den. El memorial, levantado en el solar donde estuvo una antigua cárcel para mujeres que ya se usaba mucho antes de que Franco se dejara bigote, consiste en seis rocas de gran tamaño puestas sobre la acera. Y punto. Hasta aquí la creatividad de los homenajeadores barceloneses. Pero vamos ahora al turrón. Según Jordi Rabassa, concejal de Memoria Democrática (ya ven para qué sirven estas cosas) de la Capital Condal, el concurso de ideas de esta obra de arte costó 30.250€ y las obras de construcción 307.879€, a lo que además hay que añadir 100 euros más de tasas municipales. Es decir, que el Ayuntamiento de Barcelona se ha gastado casi 338.000 euros en colocar seis pedruscos en la calle. Y no pasa nada.
Alguna vez he escrito que este espacio tiene una indeclinable vocación de servicio público. Y como tengo para mí que el subdelegado de Gobierno en Almería, el socialista Manuel de la Fuente, debe andar el hombre contrito por el papelón de tener el Cañarete cortado durante meses por esos repetidos desprendimientos de piedras que, aparentemente, nadie ha conseguido impedir en esa vital carretera, creo que la actuación del consistorio barcelonés puede ser para el bueno de Manolo como la luz al final del túnel de Bayyana. Hombre, también es verdad que hablar de preocupación o inquietud por este caso es un poco hiperbólico por mi parte. Recuerden que como la cagada hay que apuntársela a una administración socialista, la recurrente “sociedad civil almeriense” que habitualmente está presta y dispuesta a demostrar su habilidad pancartomegafónica cuando hay que meterle las cabras en el corral a los gobiernos del PP, está ahora más suave que un guante y de hecho no tenemos ni manifiestos, ni plataformas, ni manifestaciones ni nada, a pesar de que a diario hay miles de almerienses que no pueden usar esa carretera. Y no pasa nada.
Pues bien, llevado del espíritu de servicio constructivo al que apuntaba antes, ofrezco desinteresadamente a los responsables del Gobierno de España en Almería la más ventajosa solución a un problema que venimos padeciendo desde hace meses en el Cañarete: bastará con transformar el derrumbe en una instalación reivindicativa. Para ello habría que ponerse en contacto con algún pseudohistoriador de esos que prueban su “expertitud” -como dice la zopenca de Cabra- reescribiendo la historia de la Guerra Civil en plan Barrio Sésamo Obrero y asegurar que las piedras caídas son en realidad un “homenaje de resilencia mineral” -cedo gratuitamente la denominación- al enorme daño que el franquismo causó al hábitat de las cabras montesas de la zona, que eran todas muy republicanas. Como broche de oro del Banco de España, se podría buscar alguna vinculación con el recurrente tema de la Desbandá anual. ¿Ven qué fácil? Todo resuelto: ya no tendríamos una demostración de incapacidad en el servicio público, sino un memorial democrático de defensa de las libertades. ¡A ver quién tiene cojones de tocar un pedrusco! De ese modo, la historia y la naturaleza se unirían en un homenaje que acallaría las voces de todos esos insensibles e indignados por tener el Cañarete cortado durante meses. Recuerden que al fin y al cabo estamos hablando de una carretera nacional. Que se jodan los fascistas.