Domingo 03 de enero de 2021
El pasado sábado 2 de enero, se llevó a cabo una Jornada de sensibilización ambiental y reivindicación ciudadana en el LIC, Lugar de Importancia Comunitaria, Artos de El Ejido. Coordinados por la Asociación de Educación Ambiental El Árbol de las Piruletas y el Grupo de Anillamiento Rhodopechys (SEO/BirdLife), un equipo de voluntarios, ambientólogos, biólogos y educadores, llevaron a cabo una actividad de concienciación para que los vecinos de El Ejido que cada día pasean por la “Ruta del Colesterol” sepan que lo hacen junto a un ecosistema único en el sureste ibérico que, probablemente, los primeros romanos ya conocieran aquí. Un "bosque" relicto con una biodiversidad de las más relevantes de toda la provincia. Uno de esos lugares de los que deberíamos presumir a nivel mundial y no permitir que los escombros, la suciedad, la dejadez y el desconocimiento lo vayan arrinconando, olvidando y degradando lentamente.
Para darlo a conocer se pusieron tres mesas junto a la acera por donde hacen deporte los ciudadanos de El Ejido.
En la primera, los miembros de la SEO anillaban las aves que caían en las redes de niebla que habían colocado a las ocho de la mañana. En total capturaron 23 individuos de ocho especies diferentes (curruca cabecinegra 8, curruca capirotada 5, tarabilla común 1, mosquitero común 1, petirrojo europeo 5, torcecuello euroasiático 1, ruiseñor pechiazul 1 y colirrojo tizón 1). Entre ellos destacó el bello ruiseñor pechiazul pero, sobre todo, el excepcional torcecuello euroasiático que los anilladores allí presentes, algunos con 20 años de experiencia, nunca habían tenido en sus manos. Además, los artales no solo son el biotopo de avifauna. Un rastreo del medio natural en el suelo dio la posibilidad de encontrar también reptiles en su entorno, como la salamanquesa rosada, la salamanquesa común, e infinidad de insectos. Esa abundancia y riqueza, vienen a reflejar el gran refugio de fauna que alberga este hábitat ancestral, al que muchos solo conocen despectivamente como los pinchos y las matas de El Ejido que constituyen "un grave problema" para la instalación de los invernaderos, por estar protegido legalmente como de interés comunitario por la Directiva Hábitats (UE).
En la segunda mesa se colocó una representación de las plantas más representativas del ecosistema, entre las que destacan el oroval, el azufaifo, la jarilla, el tomillo salsero, la esparraguera blanca, los líquenes, el encarnaillo, el cambrón, el espino negro, pero, sobre todo, el arto negro, un arbusto mediterráneo de gran porte que, dado el microhábitat que conforma con su sombra, entramado de ramas y espinos y humedad, acoge a un sin fin de flora y fauna en su interior. A pesar de ello, en los últimos años se ha ido arrancando indiscriminadamente, hasta dejarlo relegado actualmente a unos ya cada vez más escasos y últimos rincones vírgenes entre el humanizado mar de plástico.
En la tercera mesa había información menos atractiva para el gran público, pero que por desgracia es lo único que cuenta en esta sociedad que hemos creado. En ella hablábamos de la protección ambiental que tiene este espacio y que nadie respeta; y de la descatalogación parcial de espacio protegido éste de los artales, la cual ha dictaminado un juez a petición de los propietarios de los terrenos. Aunque la misma está recurrida a Europa, nos ha hecho perder 75 hectáreas de las 266,5 que había protegidas. Así que de las 2.600 hectáreas que ocupaba este ambiente por el que pasearon todas las civilizaciones que nos antecedieron, solo 189 nos quedan protegidas, una ridiculez. Por lo menos, por vergüenza, por respeto a las leyes ambientales y por responsabilidad para las generaciones futuras deberíamos conservarlo.
Una difícil lucha entre la economía y la naturaleza, en la que siempre gana la misma. Por eso, con jornadas como ésta lo que se pretende es que los ejidenses de a pié sepan lo que tiene a su alrededor, un gran patrimonio natural del que enorgullecerse sin tener siempre que recurrir a los más alejados Punta Entinas, Cabo de Gata y sierra Nevada para disfrutar de la naturaleza. Ellos deberían ser los primeros en exigir su conservación a las Administraciones Públicas que deben hacer cumplir las leyes y no mirar para otro lado. Cuando alcancemos esa sinergia entre economía y naturaleza podremos decir que somos seres inteligentes.
Por las mesas se pararon unas 60 personas, una cifra ridícula para la población del municipio, pero que para los organizadores fue una cifra muy satisfactoria. Primero porque fueron varias las familias que se interesaron en la información que se ofrecía: padres, madres, niños y niñas, muchas/os de ellas/os que son o serán propietarias/os de invernaderos, los cuales descubrieron lo que tienen aquí junto a sus hogares, y que confiamos que se comprometan juntos a defenderlos. Segundo porque dos asociaciones del municipio, Asociación Athenna y Asociación Ángel Aguilera Alférez, que trabajan por la defensa y divulgación del patrimonio cultural y natural, visitaron las mesas con el objetivo de sumar esfuerzos para exigir su conservación. Y tercero porque algunos profesores, algunos participantes del programa Aldea en los centros educativos, también se sumaron a estos esfuerzos. Y es que es clave y fundamental transmitir a los alumnos la riqueza que tienen a su alrededor. Ojala nuestros estudiantes cuando terminasen todo su proceso educativo, al menos, conociesen lo que tienen en su pueblo.
Desde los colectivos organizadores confían que no sea la última y que, poco a poco, El Ejido y todo el Poniente Almeriense, empiece a valorar la riqueza ambiental que posee, la cual, sumada al patrimonio arqueológico, cultural y etnográfico que atesora, y a la puntera tecnología agrícola de la que vivimos y exportamos al mundo, hacen de nuestro municipio un lugar único en el mundo. Si solo apostamos por la economía, olvidando y destruyendo nuestro patrimonio, el día que el dinero, volátil y variable, cambie de aires, nada nos quedará, salvo el amargo recuerdo de lo que fuimos: ciudadanos sin origen.
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