Antonio Felipe Rubio | Jueves 21 de enero de 2021
Vamos camino de contabilizar un año de pandemia. Atrás quedan vidas y haciendas. En el camino quedaron proyectos y esperanzas. Y el horizonte avizora las peores expectativas que puede ofrecer el Gobierno de España, acreditado como el más nefasto del hemisferio occidental.
Aguardan el 14-F (elecciones catalanas) y el infausto recuerdo de otro 8-M que, si no se remedia, volverán a repetirse los mismos errores perpetrados por la irreductible tiranía ideológica que, una vez más, interpone sus intereses sectarios y electoralistas al combate frontal e inequívoco de la pandemia.
Nada que pueda interferir en los intereses del ministro/candidato va a disturbar la hoja de ruta marcada ante las encuestas internas del PSOE de Cataluña, que fijan el 14 de febrero como la fecha idónea para mejorar los resultados de un partido que ya sólo piensa y actúa en modo prioritariamente electoralista. ¿Cómo puede una sociedad en sus cabales premiar la acción de tan méndigo candidato? Y la respuesta podría ser que estamos perdiendo la capacidad de respuesta ante la mentira continuada, el daño infligido, la invitación a la perversión democrática y el suicidio del Estado de derecho.
Acaba de modificarse el Real Decreto que demoraba los desahucios durante el Estado de Alarma. La sutil modificación se refiere a la okupación de viviendas -sea propiedad de personas físicas o jurídicas- siempre que se okupen sin violencia física. O sea, no es delito derribar una puerta, siempre y cuando no se la eches encima y aplastes a los octogenarios moradores propietarios que se alertan por el ruido. Tampoco hay violencia en el Metro cuando te limpian la cartera y el móvil con toda suavidad y destreza. Tampoco es delito si has entrado por la ventana, pero si el propietario intenta acceder a su vivienda y se encuentra tan desalentador panorama, si se escapase una hondonada de hostias, el okupa seguirá en tu casa con la garantía del Gobierno de España… y tú te vas a la cárcel; eso sí, con la copia simple de tu escritura de propiedad… por si no tienes otra cosa que leer en la celda.
Una de las cualidades de los que se autodefinen progresistas es su condición de retrógrados e involucionistas. El fomento del lumpen, ilegalidad, ignorancia, intolerancia, confrontación… y, en definitiva, pobreza en todos los sentidos, es una constante en el populismo de la extrema izquierda que se retroalimenta de ideologías criminales como el comunismo, dictaduras socialistas y el nacional socialismo.
Sí, no se asombren. El nacional socialismo (nazis) preconizó el resurgir de un pueblo (raza aria) sumido en la depresión subsiguiente a la Primera Guerra Mundial y el Crack del 29. El enemigo a batir eran aquellos que tenían posesiones; mantenían puestos de trabajo; se esforzaron; ahorraron y precavieron; forjaron corporaciones… y mantuvieron su cultura y tradiciones seculares sin imposiciones radicales. O sea, toda una amenaza que había que desmontar y destruir. Resultado: seis millones de judíos masacrados.
Dejando a un lado las plagas ideológicas, volvemos a la meramente sanitaria. Casi un año de experiencia en la “gestión” de la pandemia es suficiente acervo como para aprender de los errores y sortear con éxito la amenaza. Pero no.
Si nos atenemos al concepto “pandemia”, indica que estamos ante un acontecimiento global, que afecta a todos y en toda su extensión. Solución gubernamental: dispersar, compartimentar, diferir responsabilidad, eximirse de responsabilidad. O sea, todo lo contrario a hacer converger todos los esfuerzos, recursos e instituciones en la única dirección posible para combatir al enemigo común.
Ya tenemos la vacuna. Por cierto, un poco más tarde de la anunciada “vacuna española que estará a finales de abril (2020)”, Pedro Duque dixit. ¡Cómo nos mintieron y manipularon! En fin.
Ya tenemos la vacuna. Se supone que no hay otra cosa que hacer dado el exponencial crecimiento de contagios y las nuevas cepas (GB, Sudáfrica, Brasil…) que administrar las dosis por tierra, mar y aire durante las 24 horas del día y a todas la personas con un criterio inequívoco e incontrovertible de inoculación de las dosis. Pero, ¿qué hace el Gobierno de España? Pues difiere la responsabilidad a las autonomías con determinadas indicaciones de preferencia. Y, si Castilla-León se salta la orden gubernamental de toque de queda, también se entiende que algunas comunidades se “cuelen” en las listas de vacunación, tal que ocurre en País Vasco, Valencia… y el amplificado caso de Murcia. Cuando hay resortes y resquicios para las interpretaciones desde las competencias autonómicas pasa lo que pasa. Claro, el criminal es el gerente de un hospital o el consejero de turno, pero nunca el Gobierno central, que ni es gobierno y descentraliza la necesaria cohesión de responsabilidad y criterio. Ahora es criminoso -por indecoroso- aquello que siempre fue criminal: inducir a no llevar mascarillas, incitar al contagio multitudinario (8-M, futbol, congresos, mítines…) activando la recaída (segunda ola) para la salvar a campaña de verano invitando a la población a “salir a la calle a disfrutar (…) ya hemos doblegado la curva y hemos vencido al virus”, Pedro Sánchez dixit. ¡Hala! Ya podemos olvidar las imágenes del Palacio de Hielo o los camiones cargados de féretros para incinerar en crematorios de El Ejido cuando ya no se daba abasto en otras poblaciones… Y ya veremos en lo sucesivo.
Aun con vacuna; con experiencia de casi un año en este calvario; con las victimas contabilizadas y las sin querer contar; con los millones gastados en tanta inutilidad… Ante tanto esfuerzo, me pregunto qué pasará y cómo resolveremos una catástrofe hasta ahora no experimentada, pues de pandemias se sabe, se han padecido y superado. Otra cosa es afrontar con esta pléyade de gestores una devastadora y previsible eyección de masa coronaria, un posible brote de radiación cósmica Gamma; una colisión de asteroide… o como decía algún cachondo en las redes tras Filomena: “La semana que viene toca OVNI”.
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