En 1822, los franceses alegaron una epidemia de fiebre amarilla en Cataluña para establecer lo que se denominó “cordón sanitario” que evitara la propagación más arriba de los Pirineos, cuando en realidad el objetivo de Luis XVIII –quien por cierto era también rey de Navarra- era evitar otro contagio, el de la monarquía liberal que se aprobaba en Andalucía en 1812, la famosa “Pepa”.
Lo cierto es que, pasada la historia, aquel paso adelante que se dio con la Constitución de Cádiz se acabó viendo frenado por el absolutista Fernando VI, mientras que en Francia… habían llagado donde estaban desde la Revolución de la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.
Dicho de otro modo, los cordones sanitarios tienen una utilidad bastante limitada cuando se aplican a la política, porque los políticos son tramposos y cortoplacistas, incapaces de ver más allá de los cuatro años de mandato para asegurarse la reelección.
Cuando ahora desde la izquierda se reclama poner un cordón sanitario contra Vox, lo que realmente manifiestan es su interés en que el Partido Popular acuda cojo a la carrera electoral, de tal modo que lo que no se le perdona a la ultraderecha se le perdona a la extrema izquierda, sin caer en la cuenta –de modo intencionado- de que son cara y cruz de la misma moneda.
Si apedrean la sede de Podemos, se señala directamente a Vox y el fascismo, que parecen ser la misma cosa, pero ojo, si apedrean a los de Vox… eso les pasa por provocadores. Pablo Iglesias insulta y señala a periodistas… pero Santiago Abascal no le va a la zaga, lo que pasa es que el escándalo ante esto va por barrios.
Pero también podemos darle le vuelta, porque si un partido se dedica a llamar “criminal” e “ilegítimo” a un gobierno salido de las urnas por voluntad ciudadana, no puede sorprendernos que algún extremista afín a ese partido extremista, decida actuar en consecuencia tomándose lo que considera “justicia” por su mano. Lo mismo no nos sorprende que sin partido en el gobierno cuestiona la propiedad privada, tacha de esclavistas a los empresarios, y justifica a sus violentos, pues llegue un tipo de los suyos dispuesto a hacer lo que haya que hacer, sin reparar en nada.
Tampoco debería sorprendernos a estas alturas hablar de cordones sanitarios, porque el PP también los impone, siendo el último caso el de la renovación de los sillones en el Consejo General del Poder Judicial, donde el excluido es Podemos, teniendo apoyos suficientes para meter alguno de sus afines. Pero también puso el PP cordón sanitario al nacionalismo vasco haciendo lendakari al socialista Patxi López a cambio de nada, o ya intentaron sin éxito imponerlo a los nacionalistas para que no estuviesen en la Comisión de Secretos Oficiales, pero no les funcionó.
Poner cordones sanitarios contra el extremismo es la única manera mantener sana la democracia, porque son un virus para ella, porque quieren romper los consensos –unos el del 78, otros el del progreso social que significa el feminismo, las autonomías, los matrimonios igualitarios, el aborto, el divorcio, al separación Iglesia-Estado, ambos asumidos hasta ahora por todos-, porque expanden el odio contra diferente, porque ven como alimañas a las que dar caza a quienes deberían ser adversarios políticos.
Para confirmar estas apreciaciones basta con echar un vistazo atrás ¿Cómo era la política española antes de Podemos? ¿Y cómo es desde que llegó Vox? ¿es el clima más respirable?
Ahora bien, esos cordones sanitarios tienen una ejecución bien sencilla, que pasa por un pacto entre los dos grandes partidos con una única condición: quien gana unas elecciones, gobierna. Nada más democrático que eso. Pero claro, si el PSOE lo que quiere es poner un cordón sanitario a Vox, mientras él pacta con Podemos, con Bildu, ERC y demás, no parece que sea ni justo ni razonable.