Opinión

Vivir al sol

Rafael Sanmartín | Domingo 07 de noviembre de 2021



Al sol, a la lluvia o al calor de la lava. Y a donde se encarte. Ya va para dos meses que un grupo de personas cada día más numeroso, duermen separados del frío suelo de la calle tan sólo por la tela de una frágil tienda de campaña. Nadie duerme en la calle, en una tienda de campaña, nadie se pasa el día en medio de la calle por gusto propio, ni por diversión, ni por molestar. No intenta molestar quien sufre las mayores molestias por dormir en el suelo, al contrario, la molestia de la dureza del suelo sólo es continuación de la dureza de las mentes, de los corazones y de la calidad y la falta de color en la piel de sus rostros, cuando les niegan el derecho constitucional a habitar una vivienda digna. Esa es la madre del cordero y, más que el cordero, el lobo que acecha a quien sólo pide poder vivir.

La especulación, que ya era fuerte y poderosa en el reino de España, ha crecido hasta lo inimaginable en los últimos veinte años. Fondos buitre, bancos, grandes y pequeñas empresas y especuladores de cualquier pelaje intentan aprovechar, sus bolsillos a costa de dejar vacíos, temblando, los de miles de personas menos afortunadas que ellos. Se construyen viviendas para no ser habitadas, porque sus precios sólo son asequibles a quienes no tienen necesidad ni intención de habitarlas. Se construyen para vendes, aunque no se vendan y se compran para mercantilizar en el peor de los sentidos, para elevar su precio como si los precios pudieran seguir subiendo permanentemente. Si las legumbres, el pan o las camisas subieran en la misma proporción que ha subido la vivienda, ya habríamos sufrido una revolución en la que, o el gobierno habría cedido o los tanques de la OTAN tendrían que haber entrado para terminar con la matanza. Pero el previo lavado de cerebro del «Nuevo Orden Mundial» ha llevado a la inmensa mayoría a razonar la sinrazón «las cosas están así», en lamentable aceptación de una situación artificial y provocada por la codicia de los grandes, muy grandes y pequeños propietarios de viviendas, que sólo piensan en la forma de vivir lo mejor posible y a costa de quienes menos tienen.

A los especuladores no les importa mantener viviendas vacías. No les preocupa que en la conurbación de Sevilla, por citar un ejemplo, haya suficientes viviendas vacías para toda una población del tamaño de Málaga. No les preocupa inutilizar para exclusivo goce de su egoísmo un suelo que debería ser productivo. Porque el suelo, como el agua, como al aire, es algo limitado y debería estar penado, fuertemente penado potenciar y aumentar su INUTILIZACIÓN. Pero lo peor es que el gobierno no tome medidas, por ineptitud propia y por miedo al fantasma azul, el color del fascismo, siempre dispuesto a lanzarse a su cuello en cuanto se hablar de regularizar . ¿Cómo puede alguien dar su voto a quien le niega el derecho a habitar una vivienda? ¿Es que para la derecha española, la más regresiva de Europa, ser «constitucionalista» solamente es defender su particular versión del artículo 155? Es la elevación, el sumum del Esperpento en mayúscula.

Mayúsculo es el ridículo de quien, presumiendo de periodista ¿qué clase de periodista defiende mantener a la gente viviendo en la calle?, se limita a criticar y rechazar a quienes carecen del servicio mínimo que supone el usufructo de una vivienda? Está ocurriendo en Tenerife. Es en la capital canaria dónde las familias viven en tiendas de campaña y cierta cadena de emisoras de radio se limita a despotricar de quienes reclaman un lugar dónde poder comer, dormir y estar bajo techo. Vergüenza ajena para el resto de la profesión, toda la que le falta a quien obra de forma tan bajuna, toda la que le falta como falta el color en sus mejillas. El artículo 47 es uno de los que completan la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos forma parte de la primera y superior Ley. Deberían saber, seguro que lo saben gobierno, diputados senadores, jueces y tribunales, que quien incumple cualquiera de los artículos de la Constitución incumple la Ley.

¿Qué clase de Estado de Derecho es este que lo permite?

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