Opinión

Almudena

Eusebio Villanueva | Sábado 11 de diciembre de 2021

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Todavía estoy estremecido con el fallecimiento de Almudena Grandes. Tendrá que pasar un tiempo para valorar en su verdadera medida y magnitud la figura de esta gran escritora, que puede compararse con los grandes nombres de la generación del 98 y 27, o con escritoras como Rosa Chacel, Mercè Rodoreda o Ana María Matute entre otras muchas.

Los partidos de la derecha y de la derecha extrema se han opuesto a nombrar a Almudena Grandes hija predilecta de Madrid. La cultura y la creación artística debe ser patrimonio de todos, a todos nos representa y nos enriquece como sociedad: pero se ve que estos derechones no fueron a clase ese día y han tenido el cuajo de votar en contra a este merecido reconocimiento. Siendo grave esta decisión, tiene peor calificación la falta de representación y condolencias en los funerales de Almudena, tanto del Ayuntamiento como de la Comunidad de Madrid, lo que implica y denota que estos gobernantes carecen del más mínimo sentido de la educación.

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En los fines de semana, como suele ser habitual, parece que no existe otra realidad que los partidos de futbol de las diferentes ligas: que si fue o no penalti, que si la paliza que le dio mi equipo al tuyo, toda una panoplia de tópicos que se provocan porque 22 “figuras” se dedican a darle patadas a un balón. Pero este primer fin de semana de diciembre fue algo especial. En el campo del Atlético de Madrid se guardó un minuto de silencio en homenaje a Almudena Grandes. Miles de personas, con una respetuosa puesta en pie y un cálido aplauso al final, mientras las pantallas gigantes reflejaban la imagen de Almudena, rindieron su respeto y consideración a esta gran mujer y escritora.

Que diferencia tan abismal hay entre el trato que Francia da a sus grandes personajes, como los funerales de Jean Paul Belmondo o Josephine Baker, donde el Estado se pone a la cabeza y rinde honores a la altura de sus difuntos. Aquí nuestros gobernantes ponen en evidencia su enanez mental y tiene que ser el pueblo llano, las personas corrientes, las que den una lección de comportamiento, de humanidad y de saber estar a esos políticos mediocres que no son incapaces de distinguir entre su corta ideología y el sentir general de gratitud hacia figuras, esta vez sin comillas, que han contribuido a que seamos mejores como sociedad: más cultos, más libres, más personas

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¡Qué sana envidia hacia los franceses!