Dentro de nuestro Diócesis de Almería, aún quedan algún clérigo que prefiere la rigidez eclesial y también aparentemente, personal. Cuando a estos estrictos y trasnochados, se le tuerce ese triste camino, sus actuaciones las enfocan contra alguien o contra esas nuevas formas que rompen con lo viejo, estático e inamovible para ellos y lo convierten en una especie de persecución contra aquellos que consideran han podido mover su zona de confort o de vida muy confortable.
“El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) se caracteriza por un patrón de pensamientos y miedos no deseados (obsesiones) que provocan comportamientos repetitivos (compulsiones). Estas obsesiones y compulsiones interfieren en las actividades diarias y causan un gran sufrimiento emocional”. Es decir cuando uno se situaba en esa zona tan cómoda, le llegan miedos y pensamientos a veces no deseados y en otros caso bien planificados, que provocan comportamientos repetitivos contra aquellas personas que le han movido, despojado de ese lugar donde se sentía confortable, seguro e inamovible, incluso bendecido o ungido. Esa obsesión le impide centrarse en su tarea pastoral diaria, como guiar y acompañar una parroquia y a sus fieles y se dedican a mentir, manipular, ensuciar de forma compulsiva, contra aquel o aquellos, que él piensa que le han perjudicado el supuesto daño y hacen mal no solo emocional, sino hacia todo lo que pueda rodear a dichos sujetos.
Frente al Trastorno Histriónico, se encuentra “El “síndrome conservador de la personalidad”, que describe una persona que da una muy particular importancia al respecto de la tradición, la moderación, la obediencia absoluta o ciega, infringirse auto-disciplina, el orden social, la seguridad nacional, el orgullo de pertenecer a un grupo con el que se identifica. Una persona conservadora suscribe creencias religiosas convencionales y acepta, sin cuestionarlas, experiencias místicas y paranormales. La misma persona se presenta como menos abierta a desafíos intelectuales y muestra ser buena persona, pero a la vez manifiesta actitudes hostiles hacia aquellos que no pertenecen a su grupo. Estos suelen actuar de manera abrupta, tomando decisiones frías, distantes, nada empáticas, irracionales, mienten compulsivamente con el fin solo de hacer daño y de pretender afianzarse en lo que considera suyo y no lo es, son carentes humildad, altaneros. Su fe ciega en personas, que le pudieron beneficiar, le hacen actuar de forma descontrolada. Estos individuos, se esconden muchas veces tras otros, difícilmente son valientes y no suelen dar la cara. Estas personas que padecen este trastorno conservador de la personalidad, suelen ser personas que han tenido un cierto poder y han estado bajo el manto de otros superiores, manteniendo fe ciega a cambio de prebendas, de ahí su irascibilidad cuando pierden lo que tenían.
Afortunadamente esta realidad está poco extendida a distintos niveles de la vida eclesial y clerical. Son muy pocos los que la padecen, aunque sean dañinos, ya que otros antes fueron defenestrados y sanaron
Lo que si es un problema, es que estos insignificantes, dediquen su tiempo de evangelización en su entorno cercano a intoxicar y que sus fieles tenga que soportar sus delirios de grandeza y que su conservadurismo acabe alcanzando a la liturgia
De ser así, nos podemos encontrar con celebraciones de la Eucaristía faltas de sentido, o donde en vez de hablar de amor, de justicia de solidaridad con los que menos tiene, se conviertan en un altavoz de defensa de lo suyo, de lo particular, con llamadas al miedo, al temor, al pecado, lejos del evangelio y las enseñanzas de Jesús. La Eucaristía, la convierten estos pseudopersonajes, en algo monótono, lleno de normas, estricto, donde solo se puede entrar con calzador, alejados de la alegría, de la fiesta, de la mesa del compartir como hermanos aun mismo nivel. Son dados a encerrarlo todo en algo que ellos llaman teológico y sacramental pero que se aleja del camino verdadero de Jesús, aquel que se saltaba las normas establecidas y que se acercaba, a los pobres a las mujeres, a los enfermos. Tal vez eso hiciese falta, y seguro lo haría, acercarse a estos altaneros presbíteros enfermos y fuesen sanados del rencor, la envidia y la insumisión
El poder y el dinero corrompe, Jesús entro en el templo donde se mercadeaba y lo puso todo patas arriba
Tal vez, algunos miembros del clero, muy pocos, los que obtuvieron favores a cambio de silencio, fueron rodeados de poder, y se confundió con la labor de servicio que el evangelio nos pide, cuando se toca en lo mas profundo de sus bolsillos o de lugares de poder la fe es tan débil que se tambalea y se convierte en odio.