La constante hostilidad anticristiana durante la II República se generaliza tras el levantamiento militar de julio de 1936. En Requena, los milicianos se incautan del asilo, en perjuicio de los ancianos. Impedidas de atender a los viejecitos, Josefa (82 años) dispone la dispersión de la comunidad, consiguiendo poner a salvo a cinco religiosas, pero a ella, a Sor Dolores Puig (79 años) y a Sor Gregoria Pérez las detuvieron a finales de agosto, mientras esperaban ocasión de marchar. Ilegalmente retenidas, estaban condenadas a muerte, sin juicio y sin defensa, sólo por ser religiosas. Fueron sometidas a malos tratos varios días, hasta el 8 de septiembre. Las sacaron en un coche. Intentaron apartar a la más joven, pero no pudieron separarlas. Más adelante, a la altura de Buñol, las fusilaron. Murieron proclamando su fe y perdonando a sus verdugos, como Jesús. Sor Gregoria sobrevivió; atendida por el alcalde comunista de Buñol, hombre recto, ella le avaló tras la Guerra, obteniendo la libertad de su benefactor. Sus restos se conservan en la capilla de la casa de Requena. Beatificada por Juan Pablo II, en Roma, el 11-III-2001.