Opinión

D. Rosendo, administrador prudente

(Foto: malasombra).
Francisco J. Escámez Mañas | Jueves 02 de febrero de 2023

[publicidad:866]

El 3 de febrero se cumple el 9º aniversario del tránsito de Mons. Rosendo Álvarez Gastón, obispo de Almería (1989-2002). Le recordamos con cariño y gratitud. D. Rosendo, ante todo, fue un hombre de Dios, un pastor bueno. Dio el primado a la espiritualidad, para fortalecer la evangelización. Presente a menudo en las parroquias, cercano en los momentos de dolor. Era accesible -siempre contestaba el correo; fuera de hora de oficina, atendía personalmente el teléfono-, abnegado y austero. En verano disfrutaba un baño tempranero en la playa. Inició las cartas semanales, los encuentros con la prensa, con los sindicatos. Atendió la formación de los seglares, en varios centros. Puso en marcha un sistema pionero de formación permanente de los profesores de ERE. Potenció la pastoral vocacional. Impulsó la causa de los mártires. Convocó un Sínodo, luminoso aún hoy. Elegante soportando los injustos ataques mundanos por su eclesialidad. En esto también coincide con D. Antonio.

En lo económico, fue administrador prudente. Realizó una decidida modernización de la economía diocesana, dando pasos sensatos hacia la autofinaciación. Una aspiración eclesial, urgida también por la inestabilidad del sistema asignado. En ese contexto, pudo arreglar la insuficiente remuneración del clero, a su llegada similar a la de un pensionista. Al pasar a emérito, mientras D. Rosendo tuvo fuerzas, las empleó para gloria de Dios, evangelizando. Cumplía los encargos del obispo titular, predicó, dio Ejercicios, incluso escribió un libro sobre vocaciones. En nada interfirió Mons. Rosendo, jamás una crítica. Nunca fue como emérito a alguna parroquia sin comunicarlo antes al Obispo, como es preceptivo. Mons. Rosendo Álvarez residió jubilado en un piso diocesano, en la casa sacerdotal y en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Mons. Álvarez Gastón asistía a las celebraciones diocesanas, cuando era invitado, lo mismo que asistía a las reuniones de Obispos del Sur, como todos los obispos jubilados mientras tienen fuerzas.

[publicidad:866]

A su jubilación -a pesar de hallarse fuerte tras breve prórroga a un pontificado fecundo- dejó una diócesis sin deudas y con notables ahorros. Pero sobrevino un cambio de enfoque. Al poco tiempo, D. Antonio Ayala Guil, administrador del Obispado, lamentaba: ‘Ya se ha gastado lo que dejó D. Rosendo’. Soy testigo.

Constituye una tacha tremenda que por primera vez en Almería el obispo jubilado -con cierto grupito, incluidos clérigos- promueva una guerra contra el obispo, interfiriendo en su ministerio. Encima, tienen la desfachatez de achacar a D. Rosendo y a D. Antonio parte de la responsabilidad en la actual deuda. Ni hablar. Pero, con la auditoría, ya no cuela el maquillaje. Desviar responsabilidades de la ruinosa deuda que asfixia nuestras cuentas, constituye un fake putinesco; desinformación, vaya.

[publicidad:866]

La buena memoria de Mons. Rosendo Álvarez merece todo respeto. Por su parte, la gente no ha hecho ni caso de las intoxicaciones. Mons. Antonio Gómez Cantero se ha mostrado pastor, gobernante prudente, administrador sensato, magnífico relaciones públicas con todos los sectores de la sociedad; goza de la mayor aceptación en décadas. La mejor defensa de D. Antonio es la realidad diocesana. La fortuna es mudable, y Dios admirable.


Noticias relacionadas