El Gobierno de Pedro Sánchez ha lanzado dos propuestas que parecen ir en direcciones opuestas: por un lado, un programa piloto para reducir la jornada laboral a cuatro días sin recortar el salario; por otro, una reforma de las pensiones que incentiva retrasar la edad de jubilación. ¿Qué sentido tiene esta doble estrategia? ¿Qué beneficios y riesgos tiene para los trabajadores y las empresas?
La semana laboral de cuatro días es una iniciativa impulsada por el partido Más País, por Podemos, y aplaudida por el PSOE, que logró incluir una partida presupuestaria para financiar proyectos experimentales en pymes industriales. Según sus defensores, trabajar menos horas permitiría repartir el empleo, mejorar la productividad, conciliar la vida laboral y personal y cuidar el planeta. Las empresas que se acojan al programa podrán optar a ayudas de hasta 200.000 euros si reducen un 10% la jornada sin bajar salarios durante al menos dos años.
La reforma de las pensiones es una exigencia de Bruselas para garantizar la sostenibilidad del sistema público ante el envejecimiento de la población. El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, plantea dos medidas clave: aumentar el número de años cotizados para calcular la pensión y ofrecer incentivos para jubilarse más tarde. Según sus cálculos, al menos la mitad de los nuevos jubilados que alcancen la edad de retiro de aquí a 2050 elegirán estirar su vida laboral al menos tres años más.
Estas dos propuestas generan una contradicción evidente: ¿cómo se puede trabajar menos y más al mismo tiempo? ¿Cómo se puede repartir el empleo entre los jóvenes y alargar la vida laboral de los mayores? ¿Cómo se puede mejorar la productividad trabajando menos horas y mantener el nivel de ingresos para pagar las pensiones?
Esto supone una falta de coherencia del Gobierno y además parten de premisas erróneas o poco realistas. Por un lado, trabajar menos no implica repartir el empleo, sino reducir la producción y el consumo. Por otro lado, retrasar la jubilación no garantiza el ahorro del sistema si se compensa con una pensión más alta o un pago único.
La solución pasa por mejorar la productividad antes que por reducir o aumentar las horas de trabajo. Así, los trabajadores podrían elegir si quieren trabajar más o menos en función de sus preferencias y necesidades. También aboga por un sistema de pensiones más flexible y transparente, que permita a cada uno ahorrar e invertir para su futuro. El Gobierno debe aclarar qué es lo que quiere: ¿trabajar más o menos? ¿Repartir el empleo o alargar la vida laboral?