Opinión

Devolver el esplendor a Adra

(Foto: malasombra).
Rafael M. Martos | Miércoles 03 de mayo de 2023

Cuando la candidata del PSOE a la alcaldía de Adra, Teresa Piqueras, reclamaba el voto para “devolver el esplendor” a esta ciudad milenaria, no pude menos que preguntarme a punto de su historia se refería.

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Adra es una ciudad con más de 3.000 años de historia, fundada por los fenicios en el siglo VIII a. C. bajo el nombre de Abdera. Desde entonces, ha sido testigo y protagonista de los acontecimientos que han marcado la historia de la península Ibérica, y del Mediterráneo.

Abdera fue una colonia fenicia que se dedicaba al comercio marítimo con otras ciudades del Mediterráneo, como Tiro, Cartago o Gadir. Su situación estratégica en lo que ahora conocemos como costa almeriense le permitía controlar las rutas comerciales entre el Atlántico y el Levante. Los fenicios introdujeron en Abdera el cultivo de la vid, el olivo y el trigo, así como la metalurgia, la navegación y la escritura.

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En el siglo IV a. C., Abdera pasó a manos de los cartagineses, que la convirtieron en una base militar para sus campañas contra los romanos. En el año 206 a. C., tras la batalla de Ilipa, Abdera se rindió a Escipión el Africano y se integró en el Imperio romano.

Bajo el dominio romano, Abdera alcanzó su máximo esplendor como municipio de la provincia de la Hispania Ulterior (un poco más de lo que hoy es Andalucía). La ciudad se benefició de las obras públicas, como el acueducto, las termas o el teatro, y de la explotación de los recursos naturales, como la pesca, la salazón y el garum, una salsa de pescado muy apreciada en Roma. Abdera llegó a acuñar su propia moneda, con la imagen de un atún y una espiga de trigo, símbolos de su riqueza y prosperidad.

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Abdera también fue un centro cultural y científico, donde nacieron y vivieron personajes ilustres como Apolonio de Rodas, autor del poema épico Las Argonáuticas; o Estrabón, geógrafo e historiador que describió la ciudad en su obra Geografía.

Con la caída del Imperio romano, Abdera sufrió las invasiones de los pueblos germánicos y los bizantinos, que dejaron su huella en la ciudad. En el siglo VIII, llegaron los árabes, que llamaron a la ciudad Al-Buryana y le dieron un nuevo impulso económico y social. La ciudad se convirtió en un puerto importante para el comercio con el norte de África y con Al-Andalus.

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En el siglo XV, Adra forma parte del Reino de Granada, y tras la conquista cristiana por parte de Isabel y Fernando, pasó a llamarse Adra. La ciudad sufrió los ataques berberiscos y turcos para liberarla de los conquistadores, por lo que se construyeron murallas y torres defensivas para protegerla.

En los siglos siguientes, Adra vivió una época de decadencia y aislamiento, hasta que en el siglo XIX se produjo un resurgir económico gracias a la industria azucarera y al ferrocarril. En el siglo XX, Adra se modernizó y se desarrolló gracias a la agricultura intensiva y al turismo.

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Basta revisar cualquier gráfico estadístico para concluir que ese resurgir se produce cuando Carmen Crespo arrebata democráticamente la alcaldía al socialista Joaquín Navarro en 2003, la cual no se ha olvidado nunca de su ciudad natal a pesar de tener importantes cargos en Sevilla. Ese es el momento en que Adra se redefine, marca unos nuevos objetivos como ciudad, y en esa línea ha ido creciendo, orgullosa de su pasado milenario y de su presente dinámico. Los alcaldes que la han sucedido, como el breve paso de Enrique Hernando, pero principalmente su actual alcalde, Manuel Cortés, han ido avanzando en esa senda. Adra ahora tiene puesto en valor su patrimonio histórico y cultural, y se puede admirar en sus museos, monumentos y centros de interpretación. Su naturaleza se puede disfrutar en sus playas, albuferas y sierras, más cuidadas y protegidas que nunca. Su gastronomía –ese pulpo seco autóctono- se puede saborear en sus restaurantes, bares y mercados, que más que nunca han encontrado en el puerto un escaparate.

¿Exactamente a qué esplendor perdido se refiere Piqueras?

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Adra es una ciudad con alma, con origen y con futuro.

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