Después de casi dos meses de bloqueo y de amenazar con una repetición electoral, el PP y Vox han anunciado un acuerdo de gobierno en Murcia que evita la disolución del Parlamento regional. El pacto incluye la entrada de Vox en el Ejecutivo autonómico con dos consejerías, una de ellas con rango de vicepresidencia. Además, Vox propondrá al presidente del Consejo de la Transparencia, que asumirá también las funciones del Defensor del Pueblo murciano.
¿Era necesario tanto teatro para llegar a este desenlace? ¿No se podía haber cerrado este acuerdo mucho antes y ahorrar a los murcianos la incertidumbre y el desgaste político? ¿Qué ha cambiado desde julio, cuando el PP rechazó la coalición con Vox y defendió un gobierno en solitario? La respuesta es nada. Nada ha cambiado salvo la presión del calendario y el miedo a unas nuevas elecciones que no garantizaban ningún cambio sustancial en el reparto de fuerzas.
El PP ha cedido finalmente a las exigencias de Vox, que desde el principio reclamaba entrar en el gobierno y tener la consejería de Agricultura. El partido de Abascal ha renunciado a esta cartera, pero ha conseguido otras dos, una de ellas con poder sobre la seguridad y las emergencias. Además, ha logrado colocar a uno de los suyos al frente del órgano encargado de velar por la transparencia y los derechos de los ciudadanos. Un órgano que, por cierto, llevaba años sin funcionar por falta de consenso entre los partidos.
El PP ha demostrado una vez más su debilidad ante Vox, al que necesita para gobernar en varias comunidades autónomas. Un partido que le hace la competencia por el espacio de la derecha y que le exige contrapartidas cada vez más altas. Un partido que no tiene ningún escrúpulo en bloquear la formación de gobiernos o en amenazar con mociones de censura si no se atienden sus demandas.
El caso de Murcia es muy similar al de Extremadura, donde el PP también tuvo que pactar con Vox para evitar la repetición electoral. Allí, Vox entró en el gobierno con una consejería y una vicepresidencia primera. También allí, el acuerdo se cerró in extremis, después de semanas de tensión y desconfianza. Y también allí, el acuerdo programático se dejó para más adelante.
Estos ejemplos demuestran que Vox le tiene tomada la medida al PP, da igual lo que diga o lo que ofrezca, porque al final logra entrar en los gobiernos. Así que si hay repetición electoral de las generales, a ver cómo explica Alberto Núñez Feijóo que gobernaría sin Vox. Es el PP quien le está dando oxígeno a su rival político. Y Vox sigue demostrando que lo único que le interesa son los asientos y los sueldos, porque lo primero es eso, y luego los acuerdos programáticos y no al revés.