Opinión

La Diada es un pulso

(Foto: malasombra).
Aixa Almagro | Lunes 11 de septiembre de 2023

La Diada de este año ha evidenciado la fractura del independentismo catalán, que se encuentra en una encrucijada entre la vía pragmática de ERC y la vía maximalista de Junts. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha lanzado un nuevo ultimátum al Gobierno central para que acceda a negociar un referéndum de autodeterminación y una amnistía para los presos y exiliados del procés. Sin embargo, su socio de gobierno, Carles Puigdemont, le ha exigido que no renuncie a la unilateralidad ni a la confrontación con el Estado. Ambos partidos mantienen una pugna por la hegemonía independentista, que se verá reflejada en las próximas elecciones municipales y autonómicas.

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La manifestación convocada por la ANC, que ha reunido a miles de personas bajo el lema “Llibertat i República”, ha sido el escenario de la división entre los partidarios de una y otra opción. Mientras unos gritaban “independencia” y “visca la terra lliure”, otros reclamaban “diálogo” y “acuerdo”. La marcha de antorchas, que ha recorrido las calles de Barcelona desde la plaza Urquinaona hasta el Arc de Triomf, ha pretendido simbolizar la llama del independentismo, pero también ha evidenciado sus sombras.

El independentismo catalán se enfrenta a un dilema: seguir apostando por una estrategia que le ha llevado al bloqueo institucional, judicial y social, o explorar otras vías que le permitan avanzar en sus aspiraciones sin renunciar a sus principios. La Diada de este año ha mostrado que no hay una respuesta única ni fácil a esta cuestión, y que el futuro del movimiento dependerá de su capacidad para superar sus diferencias internas y adaptarse a la realidad cambiante.


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