Tengo que reconocer que en la sesión de investidura fallida de Alberto Núñez Feijóo como presidente del Gobierno, el candidato me sorprendió como no lo había hecho antes, en sus debates en el Senado la pasada legislatura con Pedro Sánchez, y como tampoco lo hizo en el mitin del domingo. Evidentemente eso se debe a que no he seguido la política gallega, porque no creo que sus mayorías absolutas allí hayan sido fruto de la casualidad.
La estrategia del PSOE, que al parecer fue decisión directa del propio Sánchez y de su portacoz Oscar Puente, rozó el infantilismo cuando aguantaron como si fuese secreto de estado, que sería éste quien tomara la palabra en la sesión, y desde luego sobrepasó una mala educación a la que no llegaron ni los de Bildu.
¿Qué pretendía lograr Sánchez con su ausencia dialéctica? Pues parece que no es difícil saberlo, y tiene que ver con su intención de no responder a la pregunta clave, no siendo otra que si harán una ley para amnistiar a los implicados en el procés y facilitar la autodeterminación. De eso han hablado claramente en la tribuna del Congreso los partidos de los afectados y sus colegas, pero también el partido asociado al PSOE, Sumar, pero los socialistas siguen callando sobre este asunto que todos los demás dan por hecho.
Feijóo supo darles a todos y por su orden, comenzando por poner negro sobre blanco un hecho incuestionable: El PP ganó las elecciones. No, no es cierto lo que aseguran los acólitos del gobierno que en nuestro sistema gana quien logra mayoría para gobernar, no. Gana las elecciones quien más votos y escaños saca, y gobierna quien más escaños logra sumar.
El candidato trató como se merecían a los dos bravucones recién sacados del toril, a Puente ignorándolo en las acusaciones más graves, y retratándolo en sus contradicciones, que son muchas. El otro fue Enrique Santiago, el secretario general del PCE que está conduciendo a esta formación hacia una irrelevancia que ni tan siquiera Franco pudo llegar a imaginar, compitiendo en irrelevancia con Podemos, a quien Yolanda Díaz no ha dejado intervenir.
La verdad es que me parecieron tan brillantes las intervenciones de Feijóo que les recomiendo verlas, y así evito relatárselas, porque tanto en el fondo como en la forma, fueron estupendas, y además aprovecho así para destacar otros dos detalles estratégicos relevantes.
El primero es el abrazo del oso dado a Vox. Más allá de las buenas palabras entre el líder del PP y Santiago Abascal, y de sus puyitas, tan absolutamente comprensibles como medidas, quedó claro que la formación de Núñez Feijóo es la gran casa del centro-derecha, si quieren, incluso de los conservadores-liberales (aunque nunca he entendido que ambas definiciones puedan ir juntas). Tras la declaración de principios de Feijóo, Abascal y Vox han quedado reducidos a un pequeño apéndice extremo sin viabilidad autónoma.
El otro caso es el del PNV, a quien Feijóo trató con respeto y delicadeza, pero poniéndolo frente a sus incoherencias, que son precisamente lo que les está matando. Y ojo al dato, porque el candidato del PP le espetó a Aitor Esteban que sus bases sociales son las mismas personas, y que cuando lleguen las próximas autonómicas, la deriva del PNV haciendo seguidismo de Bildu podría relanzar a los populares allí. Veremos.
Que Feijóo no logrará la presidencia del Gobierno está claro, no habrá sorpresa, y no sabemos si la habrá cuando llegue el turno de Pedro Sánchez, que tan dado es a conejos en la chistera, pero lo incuestionable es que cualquiera que haya seguido el debate con un mínimo de objetividad debe tener claro que el PP tiene un líder solvente, ya sea para estar en la oposición o en el gobierno.