El pasado 28 de septiembre, los dirigentes del PSOE de todas las comunidades autónomas y provincias recibieron un manifiesto en apoyo a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, con la "invitación" a firmarlo, y a hacer público que lo habían hecho. El documento, titulado “Por el diálogo, la convivencia y el progreso”, pretende mostrar la unidad del partido socialista ante la situación política y social que vive España.
Sin embargo, el manifiesto no es más que una declaración de intenciones vacía y ambigua, que no aclara lo que realmente están firmando los líderes territoriales del PSOE. Más allá del escaso mérito que tiene que firmen en tu apoyo aquellos que dependen de ti, lo que no dice el manifiesto es si los “abajofirmantes” apoyan una ley de amnistía para Puigdemont y los suyos y si apoyan un referéndum de autodeterminación o similar.
Estas son las cuestiones clave que tendrá que afrontar Pedro Sánchez si quiere formar gobierno con el apoyo de los partidos independentistas catalanes, que ya han dejado claro que no renuncian a sus reivindicaciones. ¿Están dispuestos los dirigentes del PSOE a aceptar estas condiciones? ¿Qué opinan los militantes y los votantes socialistas de estas concesiones? ¿Qué consecuencias tendrían para la unidad de España y para el Estado de derecho?
Estas son las preguntas que deberían responder los firmantes del manifiesto, en lugar de limitarse a repetir lugares comunes de progresismo y diálogo. Porque lo que están firmando no es solo un apoyo a Pedro Sánchez, sino también un cheque en blanco para que negocie con quienes quieren romper España, que están en su derecho de querer romperla porque las opiniones son libres, y siempre que se haga respetando la ley para cambiar la ley, nada hay que objeter, pero se supone que los socialistas no están en esa tarea, y que ellos defienden la unidad del Estado.
Qué firman cuando firman lo que firman es algo que deberían saber y asumir los ciudadanos antes de que sea demasiado tarde.