Opinión

La p**a amnistía

(Foto: malasombra).
Ricardo Alba | Jueves 19 de octubre de 2023

a para cinco o seis años, no recuerdo, el Ayuntamiento me denunció por estacionar con autorización no válida. La infracción fue debida a que bailé un número de la matrícula de mi coche al pagar el tique. El importe de la sanción ascendía a 60 euros. Recurrí la multa no tan sólo porque el importe me pareciera excesivo, sino y también, me pareció injusto que el controlador no se hiciera cargo de mi despiste al teclear un número equivocadamente.

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Recurrí la multa en tiempo y forma. No hubo manera. No se podía anular la denuncia, me dieron por respuesta. Volví a reclamar. Idéntico resultado que la vez anterior. Que no se po-día-anu-lar la denuncia, ¿lo entiende? No lo entendí, por supuesto.

Recurrí a la Justicia ordinaria asistido por letrado que me cobró su minuta. Tampoco hubo éxito. Que volviera al Ayuntamiento. Una tontería, ¿verdad?, pero volví. Paseo en balde de una dependencia a otra. Muy amablemente me pidieron el favor de que pagara la multa y no volviera más con la misma reclamación.

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Apelé a la Audiencia Nacional que, visto el caso, lo envió al Supremo. La Sala convino en que la infracción era muy muy grave y me condenó a pagar la sanción con intereses. Acudí pues, al Constitucional. Me recomendaron alegar en el Tribunal de Justicia Europeo. Y lo hice. Tardaron meses y meses para comunicarme que habían de consultar con la Justicia española si eran competentes o no en el asunto. Si no fue exactamente así, eso es lo que alcancé a dilucidar.

Dicho esto, escuché a Zapatero entrevistado por Carlos Alsina. El expresidente se mostró rotundamente partidario de amnistiar a los del proçés y a no sé cuántos miles más. Para justificar su postura, compuso un monólogo hiperbólico-delirante que discurrió por la república de 1934, Azaña, Lluís Companys, Largo Caballero, Francisco Maciá, tan sólo le faltaron los cien mil hijos de San Luis en su auxilio. Ni así pudo evitar salir corneado de gravedad en una majestuosa faena periodística de Carlos Alsina. La realidad, se quiera o no, es que la amnistía no está contemplada en la Constitución, le reconvino Alsina una y otra vez.

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Por si un aquél, hablé con Zapatero (nos conocíamos de cuando en Mojácar le hice la primera entrevista recién elegido secretario general del PSOE). Le puse en antecedentes de mi caso con la multa del Ayuntamiento y ver la posibilidad de una amnistía. “Bueno, lo de la amnistía no es asunto fácil, hay que estudiarlo, evaluarlo, dialogarlo, debatirlo…” Ya, ya, le comprendo, pero ¿tengo amnistía o no? “Hombre, se podría cambiar de opinión, a ver, ¿usted se escapó en el maletero del coche?” No, es una multa de aparcamiento. “Mire como el viento se lleva al aire, ¿participó en disturbios con los CDR?” No, solo bailé un número de la matrícula.

Tras una pausa interminable y una sonrisa de oreja a oreja, “veamos, ¿le partió la cabeza a algún policía? No, que va. “Me lo pone complicado, ¿colocó urnas? No. “Estoy a favor de la amnistía, pero lo suyo debe estar motivado adecuadamente, entendámonos, la autodeterminación no es compatible con nuestro programa, la amnistía, sí. ¿Y de lo mío? “Sinceramente, no creo que sea positivo amnistiarle porque no ha malversado, no cuenta para la mayoría absoluta, en definitiva, de acuerdo con mis principios y mi moral no veo motivos para el reencuentro con usted. Además, hágame caso y no haga caso a estas cosas, son de políticos en el Gobierno y usted, con perdón, es un simple gilipollas”.


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