Opinión

Pedro Sánchez, pasado de frenada

(Foto: malasombra).
Ricardo Alba | Domingo 12 de noviembre de 2023

Corrían tiempos estudiantiles. Detrás de mí y muchos más corrían los garrotazos a caballo vestidos de gris. Generalmente las correrías se practicaban en el Paraninfo de la Universidad de Madrid. Los entrenamientos intelectuales se cultivaban en cafés bien conocidos por los de la Secreta. Algunos de ellos, de los cafés, más frecuentados por conspiradores y literatos eran el Comercial, en la madrileña glorieta de Bilbao, o el Varela en la calle Preciados. El objetivo común de la heterogénea clientela consistía ni más ni menos que en derribar la dictadura e instituir la Monarquía Constitucional en la persona de don Juan. A don Juan no pudimos traerlo, pero, a cambio, algunos dormimos en las suites de comisarias.

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Pasaron años, llegó libertad sin ira, las Cortes franquistas se hicieron el harakiri, Santiago Carrillo pronunció su primer mitin en Valladolid, después Burgos, Valencia y Madrid, en el campo de fútbol de Las Margaritas de Getafe. La locura. España entera era un mitin, había llegado la DEMOCRACIA y con ella las primeras elecciones generales desde 1936. Tuve la fortuna de participar activamente en ellas, me encomendaron hacerme cargo de la prensa de un partido político, lo que me dio la oportunidad de conocer Almería y provincia. Precisamente, en Almería asistí al embrujo de un mitin de Juan de Dios Ramírez Heredia.

Asistí al recuento de votos en el Palacio de Congresos del Paseo de la Castellana de Madrid. Aquello era una gloria. Y luego, el día 6 de diciembre del año 1978, voté con toda mi alma a favor de la Constitución española. Pocos años después llegó el delirio del PSOE. España avanzó como no podíamos imaginar. Del asalto al Congreso pues qué decir, que esa tarde iban a operar a mi madre y el médico sugirió que mejor dejarlo para otro día. No sabíamos la razón hasta que salimos a la calle. Y yo me fui al Palace.

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Dicho esto, llegó el desastroso momento de Pedro Sánchez. Sus trazas personales y políticas dieron los primeros avisos, pero, en fin, le di un kilo de confianza que consumió en pocos meses. Comenzó la deriva del individuo que gestionaba mi vida y la de otros 47 millones de españoles. Aquello no tenía buena pinta, daba más bandazos que una chalupa en medio del temporal. El laberinto de mentiras, falsedades, falsas promesas, desplantes, chulerías, creado por este individuo dieron en pensar que su mentalidad es de baja calidad y cantidad.

Y lo acaba de demostrar con el añadido de que su mente es inmoral y su persona vulgar. Ha pactado el futuro de mi país con criminales, con delincuentes, cuyo objetivo es derribar la Constitución y yo, por ahí, no paso.

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Me pregunto y pregunto a quien me quiera/pueda responder, ¿qué se puede hacer cuando el presidente de tu país arremete contra el país? ¿Qué opciones tenemos los ciudadanos para desbaratar esta traición de un futuro presidente de Gobierno que quiere destruir nuestra Constitución? Respetar la Constitución no es sinónimo de conservador o reaccionario. La arquitectura de la Constitución puede y debe revisarse, aplicar reformas, pero, de ahí, a triturarla, ni hablar. Repito, ¿no existe ningún mecanismo legal que en defensa propia aparte del Gobierno a un trastornado adicto en vena al poder?

A Pedro Sánchez, ¿Qué le queda por dar? Aparte de lo que yo me sé, no le queda nada, ha tenido que repartir tanto a tantos que el país se ha quedado vacío además de partido y fracturado. En su desequilibrio narcisista, en sus ansias enfermizas de poder, sólo le queda entregar a Felipe VI en la plaza Mayor. De este psicópata me lo espero todo, incluso lo inimaginable.


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