Opinión

Javier Aureliano quiere su medalla de oro

(Foto: malasombra).
Juan Torrijos Arribas | Lunes 20 de noviembre de 2023

Ayer se entregaron las medallas de diputación.

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Tras el dinero y el poder, hay un par de cosas más por las que se pierden los políticos. Lo del dinero está demostrado, les encanta las grandes casas, “los chaletes” para las vacaciones, los coches de última gama, y si son amantes de la mar, un yate, aunque se maree la señora; si lo que le va es la caza, un coto para él y los amigos. Sin dinero no hay poder, y unidos las dos, poder y dinero, hay que ir a la caza de la historia, el orgullo del reconocimiento, la demostración ante el ciudadano de su bonhomía. Y ahí entran las medallas y sus nombres en las placas de las calles de la ciudad.

El que su nombre esté en una fachada de una calle de la ciudad les pone, el que los ciudadanos que vivan en esa calle tengan que poner en sus misivas el nombre del caballero en cuestión, es para ellos como un orgasmo. Los alcaldes ya dieron los primeros pasos para que sus nombres aparezcan en las calles, y algunos ya han sentido ese orgasmo de ver su nombre elevado por encima de las cabezas de los ciudadanos, a la altura que solo ocupan los dioses, dando nombre a una calle, una plaza, un camino.

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Lo manifesté en su día. Los nombres de los políticos no deberían usarse para el callejero, siempre habrá alguien al que ese nombre le produzca cierto hartazgo, cuando no un rechazo o un odio sarraceno. Ejemplo estamos viviendo todos los días. Como ellos siempre tienen la razón, como ellos nunca se equivocan, los nombres de los alcaldes pasados, y los del futuro, estarán colgados en las fachadas de las calles de los pueblos y ciudades, aunque la mitad de ellos los odie.

La segunda de las ilusiones por las que se pierden nuestros dirigentes son las medallas. Y si son de oro, el orgasmo raya el infinito, el mejor de su vida. Y para dar medallas a los políticos ahí está la Diputación. Javier Aureliano debe estar pensando en la suya, y para que en su momento le llegue, el caballero presidente en cuestión ha anunciado tres medallas, tres, para los expresidentes: Luis Rogelio, Juan Carlos Usero (el Pp dando una medalla a un satélite de Pedro Sánchez, el hombre dispuesto a vender España a delincuentes catalanes y vascos, cuesta creerlo, pero así es) y Gabriel Amat. ¿No os falta uno? Aunque sea un “apestao” para Javier Aureliano, fue presidente, y si hay medalla para estos tres, la suya debía haberse puesto ayer sobre su solapa. Los odios, ay, los odios entre políticos.

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¡Y de oro, ojo, de oro!

Y en la recogida de ayer recordaron el trabajo dedicado durante su mandato a los almerienses, y seguro, del olvido en el que tuvieron a sus familias, a las que sacrificaron durante esos años, al no poder dedicarles todo el tiempo que ellas necesitaban. Pobrecitos ellos, cuando dolor y sacrificio familiar por culpa de nosotros, los ciudadanos a los que han dedicado su vida con denuedo. Si es que son tan buenos nuestros dirigentes políticos.

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Al prestigio de los presidentes de la diputación les falta el nombre de una calle. ¿Se pondrán de acuerdo con los alcaldes para que el de ellos aparezca también, como dioses del olimpo político, por encima de las cabezas de los ciudadanos en las fachadas de nuestras calles? Seguro que están en ello. De orgasmos políticos está llena la vida de estos hombres. Y de los otros, ahí tienen a los amigos de Tito Berni, y aquellos de los Eres que gustaban de los Ángelos de Sevilla.


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