En un inusual y pintoresco giro retórico, el parlamentario andaluz de Vox por Almería, Rodrigo Alonso, desplegó su aguda crítica durante el reciente debate de presupuestos en el Parlamento Andaluz. En un discurso marcado por la ironía, Alonso no escatimó esfuerzos en equiparar al PP y al PSOE. De este modo acabó pintando al Partido Popular (PP) como "socialistas azules", generando un desconcertante debate en el que la lógica parecía haber tomado vacaciones navideñas.
Alonso, conocido por su habilidad para señalar la paja en el ojo ajeno mientras ignora la viga en el propio, arremetió contra lo que denominó como "fanatismo climático" de los demás partidos. Curiosamente, olvidó mencionar su propio fanatismo anticlimático, o su propio fanatismo antiAgenda2030... ¿o es que los fanáticos siempre son los otros? ¿es que si él defiende sus ideas, es normal, pero cuando los demás defienden las suyas, son fanáticos? Aunque presentó una lista de científicos que niegan la "urgencia climática", omitió que son muchos más -muchos miles más- los científicos que respaldan la necesidad de acciones urgentes para abordar el cambio climático.
La ironía alcanzó su punto álgido cuando Alonso habló de socialistas "rojos" y "azules", reservando el primer término para referirse al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el segundo al Partido Popular (PP). Sin embargo, las contradicciones no tardaron en hacer acto de presencia.
El parlamentario de Vox podría haber explicado por qué su líder, Santiago Abascal, estuvo dispuesto a dar los votos de Vox a Alberto Núñez Feijóo, del PP, en la investidura, es decir, al líder de los "socialistas azules", y además a cambio de nada.
Podía haber explicado Alonso por qué Vox apoya a los "socialistas azules" en Níjar y en otros municipios donde la aritmética política hace necesaria su colaboración para formar gobiernos. La paradoja se intensifica al recordar que Vox ha llegado a pactar con los "socialistas azules" en Valencia y también con los "socialistas azules" de Castilla y León. Incluso en Extremadura, donde hicieron presidenta a una líder “socialista azul” que, según Vox, parecía más roja que los propios socialistas rojos.
La pregunta inevitable que surge es: ¿Por qué Vox, que considera al PP como socialista, pacta con ellos? La respuesta podría yacer en la simple realidad política, donde la búsqueda de influencia y poder a menudo impulsa alianzas aparentemente contradictorias. ¿O acaso Vox encuentra en el PP el único socio dispuesto a ofrecerles los preciados sillones en el complejo juego de la política? Una cuestión que quizás, en medio de la ironía y paradojas, solo el tiempo y las futuras estrategias políticas puedan responder.