Opinión

Yolanda Rubio Fernández, siempre en nuestra memoria

Rafael Leopoldo Aguilera | Lunes 08 de enero de 2024

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Cuando apenas el reloj había pasado unos pocos minutos la media noche gélida y oscura invernal, acababa de descansar en la paz de los sentires mi cuñada Yolanda Rubio Fernández. En el Hospital Universitario Torrecárdenas, cuidados paliativos, su vital corazón con 47 años, pasó como como los Ángeles y Arcángeles a la eternidad del Cielo. Nos veremos privados de su presencia, de sus buenos consejos, de sus enseñanzas y ayudas a toda la familia, siempre con una sonrisa.


Yolanda que llevaba implícitamente la impronta de la luminosidad, fue una buena hija, esposa, madre, hermana, tía, una excelente persona, una gran profesional, estudiosa, familiar, una persona con inmensa ternura y una bella sonrisa. Con el dolor y la pena, sin consuelo humano de su viuda madre, su apenado marido, sus hijos adolescentes, hermanas, cuñados, sobrinos, tíos, primos, demás familia y amistades, los cuales lloraremos durante las exequias de la difunta Yolanda en la Capilla del Tanatorio Almería en donde se oficiaría el oficio religioso de la Santa Misa a las 09:15 horas para recibir a continuación cristiana sepultura en el cementerio municipal de Huércal de Almería.

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Yolanda Rubio Fernández fue siempre una luchadora con esperanza en todos los sentidos. Hasta la última palpitación de su corazón y hálito de oxígeno en sus pulmones estuvo luchando con las fuerzas de su razón y su gran familia contra la adversidad de la enfermedad, dando ejemplo humano y espiritual de cómo afrontar estas situaciones dramáticas, siempre sin perder el cariño y el saber estar que le caracterizaba en su vida doméstica y profesional, de cómo afrontar una realidad tan demoledora, tan dolorosa.


Quiero recordarla hace algunos años cuando la vi en la plaza de San Pedro, junto a su madre Isabel, recorriendo en la madrugada del Viernes Santo las estaciones del Vía Crucis con el Santísimo Cristo de la Escucha. En el mismo lugar, desde el cual se encuentra la Iglesia de san Pedro Apóstol y me comentó que había salido tiempo atrás de penitente de luz en la Cofradía del Santo Sepulcro.

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A este Cristo de la Escucha, Señor de la Vida y la Esperanza, y a Nuestra Señora de los Dolores bajo palio, nos acogemos en su amparo ante el misterio de la muerte, el misterio del dolor, aceptándolo como una entrega a Dios a la luz de la fe, para tener con humildad, coherencia y sentimientos cristianos esa acción amorosa y de confianza en Él, dador de todo bien.


Sirvan las siguientes palabras de Agustín de Hipona como responso espiritual para que Dios acoja a nuestra hermana Yolanda en la gloria para siempre, como mérito de lo bueno que ha hecho aquí en los años de vida en la tierra, junto a su difunto padre Antonio – los primicos- desde ese bello rincón de la provincia de Almería que es Tahal.

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«La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado.
Yo soy yo, vosotros sois vosotros.
Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo.
Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho.
No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste.
Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí.
Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra.
La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado.
¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
Os espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.
¿Veis? Todo está bien.

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No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudiérais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudiérais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudiérais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!


Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas.

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Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. Amén.»


¡Hasta siempre presente en nuestros corazones!


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