Manuel Ruiz tiene un amplio currículum académico, pero para que otros expertos, dejémoslo en que es uno de los más importantes, y autor de "Andalucismo Histórico, Orígenes y Evolución en Tiempo de Blas Infante".
Usted ha escrito en torno a 30 volúmenes sobre temas relacionados con el andalucismo ¿El tema da para tanto?
Pues la verdad es que sí. No solamente más de 30, de un centenar de obras, sino también casi más de 1000 artículos y comunicaciones en revistas científicas, y la verdad es que el tema da, porque vamos escarbando en la historia, vamos encontrando nombres, situaciones, análisis. La verdad es que el andalucismo ha venido para quedarse, y en esta ocasión he tenido a bien hacer una obra que es una síntesis de todo lo que significa el andalucismo histórico, es decir, desde mediados del XIX cuando surgen las revueltas republicano-federales, hasta el asesinato de Blas Infante, y la verdad es que estoy muy ilusionado con esta obra porque porque era una deuda pendiente conmigo mismo hacer algo con una traducción no académica, sino dirigida a todos los públicos, con un lenguaje cercano, y con una intencionalidad pedagógica. Yo estoy muy contento, y tan ilusionado como si fuera la primera vez
El título y la obra se centra o focaliza en Blas Infante, y le voy a hacer una pregunta un poco a la inversa, porque siempre hablamos del papel capital que tuvo Blas Infante en todo el proceso autonómico durante durante la Segunda República pero ¿no cree que quizá eso ha podido ser contraproducente porque da la sensación a la mayoría de la gente que el andalucismo es cosa de Blas Infante y nada más? O sea, había un señor que era notario y que era él y poco más, y evidentemente cuando se escarba hay muchos más nombres, de mucho más relieve, y en toda Andalucía.
Sin duda alguna, ese es un fallo o un error es una consecuencia de las obras que tuvieron que dieron a la luz a Blas Infante en los años de la transición desde entonces hacia aquí han sido más de 40 años de investigaciones tenemos un corpus historiográfico de más de 1000 trabajos de una u otra característica y ya empezamos a entender que Blas Infante no estaba solo, que hubo un grupo de gente aunque él era el líder como tal y como tal se le reconoce en tiempos de la Segunda República. Hay un elenco, un colectivo en paralelo a su figura, que apoya, que difunde, y que en algunos casos tienen un papel importantísimo en algunas localidades, incluso en algunas provincias es más. El propio Blas Infante, y este es uno de los últimos descubrimientos que se han hecho en torno a su figura tópicamente se ha creído que llegaba a la dictadura de Primo de Rivera y la figura de Blas Infante era recluida en Isla Cristina para que no tuviera mucho contacto con el mundo jornalero, bueno pues hoy, gracias precisamente a las revistas andalucistas, hemos descubierto que es él quien da un paso atrás y se retira porque no quiere que el movimiento andalucista dependa de su persona. Eso demuestra la necesidad, y la grandeza personal, en primer lugar de Blas Infante, porque no tiene ninguna intención de ningún personalismo y en segundo lugar la necesidad de que el movimiento estuviera fundamentado también en otras personalidades que la hubo.
Precisamente una de las cuestiones entre los críticos del andalucismo como movimiento político es que realmente Blas Infante, y lo que supuso el andalucismo en la Segunda República, pues tampoco era para tanto, que eran cuatro gatos. Ese hecho contrasta con que casi el primer líder político que es asesinado en cuanto estalla el golpe de Estado y la consecuente Guerra Civil es Blas Infante. Es decir, parece que debía ser importante todo aquello cuando fue tan inmediata la acción.
Precisamente eso es algo que demuestra el libro, que por cierto está editado magníficamente por la editorial andaluza Almuzara, lo que empieza siendo algo marginal, algo testimonial, reducido a Blas Infante y unos limitados círculos de amigos que incluso se atreven a a definir unos símbolos de Andalucía tal y como hoy lo conocemos, tal y como hoy están reconocidos y protegidos, a partir de entonces hay un movimiento que empieza a andar, y con las vicisitudes de una dictadura de Primo de Rivera, donde se prohíbe toda publicidad política, llega la República, y se reconoce ese empuje que el movimiento andalucista de la mano de Blas Infante. Todo aquello tuvo su punto culmen el 5 de julio de 1936, cuando se nombra a Blas Infante presidente de honor de esa junta regional, que iba a procurar la autonomía en una nueva reunión que habría detrás del del verano de 1936, para elevar a corte el estatuto de autonomía, y que entrara en su tramo final. Si algo define a Blas Infante es su constancia en el tiempo, su credibilidad está ni más ni menos que en la coherencia, que no es poco, y en segundo lugar también las instituciones de la república vinieron a darle la razón, y la propia república, la propia constitución, vinieron a darle la razón a un movimiento que aisladamente eran cuatro locos en 1915, 16 o 17, que pedía algo tan exagerado como podía ser el autogobierno, un autogobierno que ya los andalucistas reconocían con los tres poderes ejecutivo legislativo judicial, que es precisamente los tres poderes que hoy vivimos en nuestra autonomía.
Hay otra otra cuestión que llama mucho la atención, y es la relación que ha existido entre digamos el nacionalismo andaluz de aquel siglo XIX y XX, con los nacionalismos vascos y catalán. ¿Puede contarnos algo más al respecto?
Hay unas sinergias que son interesantes. Por ejemplo, el movimiento andalucista, siempre que Cataluña, que ha sido el motor del autogobierno y del federalismo en España, tomaban alguna iniciativa política, los andalucistas, que se podían haber callado estratégicamente, pero como eran personas con coherencia, no estaban tanto en buscar el voton ni buscar un respaldo falso, de hipócritas, pues apoyaban decididamente esa oposición. El propio Blas Infante marca una distancia y a la vez una admiración con ese proceso que entiende muy evolucionado con respecto al andaluz. Allí hay una burguesía que cree, tanto en Cataluña como en País Vasco, hay una burguesía que cree en sus posibilidades, que entiende que el planteamiento de Estado de la España de entonces es un lastre para su desarrollo a todos los niveles, empezando por el económico, y Blas Infante sabe que Andalucía está lejos de esa sociología, que aquí hay que apostar por el jornalero, por los más desfavorecidos, y en ese sentido se identifica más con todo lo que es la emergencia de un regionalismo o un "monarquismo". Es un poco más tímido, aún más primitivo que puede ser el gallego. De hecho, en 1927, creo recordar, visita Galicia y tiene contacto con los nacionalistas gallegos, un poco en ese halo de entender que España no se hace desde Madrid, sino se hace desde los territorios, desde la periferia.
Actualmente se habla de las distintas olas de andalucismo, es un término que se ha puesto de moda en los últimos años, pero ¿usted qué sabe del tema? ¿Cómo es posible que el partido andalucista, y lo que significó el partido andalucista, acabara desapareciendo y, sin embargo, no dejen de aparecer día a día también nuevos grupos, agrupaciones, partidos, coaliciones? ¿Cómo es posible que el Partido Andalucista, y lo que significó, acabara desapareciendo y, sin embargo, no dejen de aparecer día a día también nuevos grupos, agrupaciones, partidos, coaliciones andalucistas? Y además, nos encontramos con que partidos tradicionales, como el Partido Popular, se define como andalucista, el Partido Socialista también se define como andalucista. Y además, no hablemos ya del resto de grupos de izquierdas, que todos son andalucistas, el único que se sale de ese ámbito es Vox. Pero aquí todo el mundo es andalucista. Pero, sin embargo, un proyecto político andalucista. no logra ni siquiera entrar con cierta solvencia en el Parlamento Andaluz.
Pues sí, es una paradoja, porque además de todo eso de lo que estás diciendo, yo creo que todo andaluz se siente muy andalucista. Ahora bien, la contradicción, la paradoja es que nos sentimos andaluces en cuanto a nuestra identificación con nuestra cultura, nuestro patrimonio, nuestras tradiciones, nuestra forma de entender la vida y el mundo, pero sin embargo no a la hora de enviar representantes políticos a las instituciones, pues no votamos partidos de estricta obediencia de Andalucía. Yo creo que es legítimo que un partido centralista pueda jugar al andalucismo, a envolverse, pero desde luego eso no es andalucismo, eso en todo caso sería verdiblanquismo. El andalucismo tiene un problema que lo identifica con los dolores de esta tierra, como decía Blas Infante, tiene un matiz eminentemente de izquierda, pero no agresivo. Y es un matiz eminentemente de izquierda, de renovación de las lógicas capitalistas que hacen que Andalucía sea todavía, en pleno siglo XXI, una colonia. Y mientras que esa primera ola de Blas Infante tuvo un carácter testimonial, pero fue capaz de levantar una bandera truncada violentamente por el golpe militar del 18 de julio, mientras que la segunda generación fue capaz de conquistar con sangre, sudor y lágrimas, una autonomía que era un poco el anhelo que tenía aquella primera generación infantiana, una autonomía que, por cierto, nos equiparaba, curiosamente, políticamente, a otras nacionalidades históricas. Yo creo que estamos ahora en la emergencia de una tercera ola donde podemos hablar de andalucismos y ahí hay que diferenciar, hay que diferenciar porque, como te decía, hay un andalucismo que es conservador, que yo no lo llamo andalucismo, que es verdiblanquismo, insisto, que es teñirse de verde y blanco, pero que el andalucismo lleva, sin duda, unas connotaciones de renovar un poco esos obstáculos que hacen de Andalucía el verdadero potencial que llevamos dentro y eso, indudablemente, dependerá un poco de la conciencia de pueblo, que, indudablemente, estamos más pendientes, como buen pueblo colonizado, más pendientes de lo que hace en otro territorio que de lo que podemos hacer nosotros. Y eso es una contradicción para todos los andaluces.
Quería también añadir al hilo de lo que comenta, habla de que el andalucismo tiene que ser de izquierdas, pero bueno, quizás, le planteo, si en Andalucía hubiera la pequeña burguesía que hay, tuviera los mismos ideales políticos nacionalistas que tienen en la derecha catalana o vasca, pues, igual otro gallo nos cantaría. ¿Puede ser que el problema haya sido haber residenciado el andalucismo como un elemento exclusivamente de izquierda y, por lo tanto, hay una parte que se queda huérfana?
Sí, sin duda alguna. Hay un análisis que hay que hacer de nuestra transición y es que esa clase media emergente que nace del desarrollismo franquismo, franquista, esa clase media burguesa se identifica cuando llega la reforma política y el periodo constituyente con la necesidad de que Andalucía juegue un papel importante en el Estado. Esa Andalucía que entonces fue motor, yo diría que en paralelo, no voy a decir que más ni menos, en paralelo a las clases populares y a las clases jornaleras, hoy está identificada con el centralismo. Está identificada con el centralismo. Está identificada con el centralismo. Está identificada con la burguesía central. Y esa clase social, a lo mejor, hay que aprender de la historia, no es tanto el motor como ese pueblo que todavía no tiene conciencia, que está más pendiente de la televisión que de otras cosas y que de alguna u otra forma tiene que armarse en cuanto a su conciencia de clase y de pueblo.
Como hemos hablado en general de cosas que vienen tratadas de distinta manera en el libro, me gustaría darle la oportunidad de que nos contara algo más específico del libro. Aquello que, como autor, considera que es el principal sello de esta obra que presenta.
Pues mira, hay algo que define a este libro y es su carácter popular. Y al decir su carácter popular no digo que no sea riguroso. Las últimas aportaciones del andalucismo, los últimos descubrimientos están reflejados. Es una síntesis de todo el devenir del andalucismo. Es una síntesis de todo el devenir del andalucismo hasta el asesinato de Blas Infante. Es más, cuando llegué al asesinato de Blas Infante y a la pérdida de sus restos, me quedé con un mal sabor de boca. No podía acabar este libro así. Y añadí un epílogo precisamente hablando de cómo los andaluces, durante la transición, recuperamos esos hitos, esos símbolos, esos personajes, entre ellos Blas Infante, que suponen esta primera generación. El libro lo importante que tiene es que se convierte en un instrumento, un instrumento didáctico también para los educadores. El libro, a parte del lenguaje ameno y cercano, traduciendo los procesos políticos en el contexto de lo que pasa en España y de lo que pasa en Europa, discurre en paralelo a una serie de lecturas recomendadas y a una serie de bibliografías que en cada capítulo recomiendo para que aquella persona que quiera profundizar en uno u otro tema vaya profundizando. Este libro lo que quiere es, por un lado, derribar los grandes tópicos que existen en torno al primer andalucismo, aportar los últimos análisis, los últimos descubrimientos, y por otro lado, invitar al lector a profundizar aún más de acuerdo a sus intereses en todo lo que significa el andalucismo. Por eso, de alguna forma, en esa contraportada se recoge aquella frase de Bogart, "Esto es el principio de una gran amistad". Yo quiero que los andaluces tengan un poco más de conciencia de ese legado que hemos recibido y del que disfrutamos hoy, del que nos debemos sentir muy orgullosos.
Precisamente, hablando del sistema educativo, no deja de sorprenderme, y lo digo por experiencia propia de mi hijo hace unos años, cuando en el instituto estudiaba historia, resulta que ocupaba más espacio. Lo dedicaba al nacionalismo. Lo dedicaba al nacionalismo catalán y vasco que al nacionalismo andaluz. Hombre, ¿qué digo yo? Que estando en Andalucía, pues un poquito más de esfuerzo didáctico debía de ponerse en el tema, ¿no?
Totalmente. Cuando tú vas a una asociación de barrio o a un instituto y tú empiezas a explicar los símbolos, algo tan básico como son los símbolos, ¿no? la gente se pregunta ¿por qué no me han enseñado esto en el colegio?