Las marisquerías se han convertido en el último grito de moda no solo para los amantes del buen yantar, sino también para aquellos aficionados a los tejemanejes menos ortodoxos. Si pensaban que el único riesgo de una marisquería es que te den una mala ostra, lo cierto es que el verdadero peligro son las fotos.
La marisquería, ese templo del deleite culinario donde los crustáceos son reyes y las ostras, reinas se han convertido en el escenario predilecto de las tramas más jugosas, y no hablo precisamente del caldo de los mejillones del que Puigdemont pide ser amnistiado de por vida.
Tomemos, por ejemplo, la foto de Koldo y Ábalos, dos figuras que, como buenos mariscos, han sabido moverse en aguas turbias. Allí están, sonrientes, en una marisquería, sin sospechar que esa instantánea se convertiría en el aperitivo de un banquete de escándalos. Y es que, al parecer, el olor a mar no solo atrae a los gatos, sino también a los ratones de dos patas que buscan hacer su agosto en pleno invierno. Estos dos, inmortalizados en una marisquería, nos recuerdan que no hay mejor lugar para una reunión clandestina que bajo la atenta mirada de un centollo.
No es la primera vez que una marisquería se convierte en el decorado de una opereta bufa. Recordemos a aquellos sindicalistas andaluces, que entre cigala y langostino, debatían cómo repartirse el botín de los ERE fraudulentos.
O más cerca, aquí en Almería, en el caso Poniente, los implicados posaron con sus mejores sonrisas bien lejos de nuestras costas, tan amplias como las bandejas de marisco que tenían delante. Sonrisas que, como el hielo sobre el que reposaban los camarones, se derritieron ante la luz de la justicia.
Así que ya saben, si ven a un grupo de trajes caros alrededor de una fuente de gambas, no se sorprendan si el menú incluye una buena dosis de política y crimen. Y es que, en estos tiempos que corren, parece que las marisquerías son el nuevo lugar de encuentro para aquellos que buscan algo más que un simple festín gastronómico pero puede acabar siendo más indigesto que un erizo pasado de fecha. ¡Cuidado con el marisco, que tiene perla!