La ambición de Andalucía de convertirse en un centro neurálgico para la producción de hidrógeno verde es, sin duda, una visión futurista que alinea a la Comunidad con las tendencias globales hacia energías más limpias y sostenibles. Sin embargo, esta noble aspiración choca con una realidad ineludible: la escasez de agua.
Andalucía, y en particular Almería, se enfrenta a un dilema crítico. La producción de hidrógeno verde no solo es intensiva en energía sino también en agua, un recurso del que Andalucía carece significativamente. La destilación, aunque es el método más económico para obtener agua pura, requiere de dos toneladas de agua para producir una tonelada de agua destilada. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿de dónde obtendremos tal cantidad de agua?
El gobierno andaluz contempla la desalinización como una solución potencial, pero la tecnología necesaria para hacerla viable y rentable aún no existe. Además, si llegara a existir, los costos proyectados sugieren que podría no ser económicamente sostenible. Mientras tanto, Andalucía no solo debe satisfacer sus propias necesidades de agua para consumo humano y agricultura, sino que también se plantea exportar hidrógeno verde, lo que aumentaría aún más la demanda de agua.
Con 23 proyectos en marcha y una nueva línea de financiación en el horizonte, es crucial preguntarse si estamos invirtiendo en una promesa de futuro o en un potencial fracaso. La Unión Europea puede estar dispuesta a subvencionar la transición energética, pero Andalucía debe enfrentar su realidad hídrica específica. La sequía y la escasez de agua no son problemas que se puedan ignorar o posponer.
El hidrógeno verde tiene el potencial de ser un salvador energético, pero no a costa de comprometer nuestros recursos hídricos ya limitados. Es imperativo que Andalucía considere alternativas y soluciones innovadoras que no solo sean sostenibles desde el punto de vista energético, sino también desde el punto de vista del agua, el recurso más preciado de la Comunidad.