Opinión

Blanqueando y colgados de la brocha

(Foto: malasombra).
Antonio Felipe Rubio | Miércoles 24 de abril de 2024

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Ya va quedando menos. Después de las elecciones vascas llegarán las catalanas y, enseguida, las europeas. Y si todavía hay alguien que mantenga el sabor amargo y metálico como si de un chacolí barato se tratase, aún quedan otros escenarios donde veremos y padeceremos los efectos de la perversión de la democracia a la que nos ha conducido el social-comunismo, desde Zapatero hasta Sánchez.

La democracia en España es un espejismo. Ni en las elecciones vascas ni en las catalanas se ha votado y se va a votar con todas las garantías democráticas básicas en un Estado de derecho. A las elecciones vascas no han podido asistir los doscientos cincuenta mil ciudadanos que fueron expulsados de su tierra a causa del asesinato de hombres, mujeres y niños, el tiro en la nuca, la bomba lapa, las amenazas, las extorsiones, las persecuciones… en definitiva, el fascismo de la banda terrorista que, en ningún caso quiere salir de España, pues como los asquerosos parásitos necesitan seguir chupando la sangre del huésped, que prefiere perder toda dignidad y decencia con tal de mantenerse como el perro pastor famélico y humillado, dejando que los lobos y las zorras se cobren las piezas más lustrosas del rebaño.

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Los 250 000 vascos que fueron expulsados por los terroristas independentistas no han podido votar. Quizá, de haber podido ejercer sus derechos, el independentismo no tendría el mismo predicamento que ahora le otorga ese redil de zangolotinos, presuntos progresistas residuales de la extrema izquierda que antes pastoreaba en Podemos y ahora ramonea encaramándose al emblemático astil de la ETA.

Si pudiese extraerse alguna conclusión positiva; la que más, la desaparición de Podemos. La estrategia del PSOE se centra en el exterminio de sus afines ideológicos con pretensiones. Podemos, Sumar y otros allegados ya son la caricatura de su origen. Los podemitas, en general, han infligido un tremendo daño a la democracia y al Estado de derecho. Gracias a los peores presidentes de Occidente (Zapatero y Sánchez) se ha podido llegar al grado de miseria institucional. Y no es el momento de de glosar la okupación bolivariana de la Fiscalía, la industria, los sectores estratégicos, los medios de comunicación, el discurso, la historia, el género, la igualdad… En fin, que no es el momento ni hay espacio.

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Lo cierto es que, tanto Zapatero como Sánchez, junto a la lideresa de Sumar y al tabernero Pablo Iglesias han engordado al monstruo. El Garibaldi de pacotilla ya apuntaba maneras cuando se codeaba con los abertzales orates de las herriko tabernas y otros “hombres de paz”. Zapatero y Sánchez son los causantes de que unos delincuentes hayan alcanzado una notoriedad que nos centrifuga de la tipología de una democracia europea: cuarenta candidatos con delitos por terrorismo y el zote prófugo del maletero decidiendo el destino de millones de españoles. Zapatero y Sánchez no sólo han blanqueado a ETA y a los golpistas catalanes… les han hecho un estuco veneciano, han pintado la mona, y a los podemitas los han dejado colgados de la brocha. Y aquí, los que menos pintan son los 250 000 expulsados de su tierra y de su derecho a decidir.